Ni un instante
- publicado el 30/12/2008
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Un adiós con vuelta atrás
Todas las despedidas son amargas, pero algunas lo son más que otras. La de aquella tarde había sido especialmente dolorosa. Sus últimas palabras…
Todas las despedidas son amargas, pero algunas lo son más que otras. La de aquella tarde había sido especialmente dolorosa. Sus últimas palabras, cuidadosamente elegidas para la ocasión, conformaban un adiós sencillo, sincero y directo. Sin dar lugar a segundas interpretaciones ni dejar lugar a la duda. “Lo que se acabó, acabado está”, era la conclusión. Pero, aunque fue tan tajante respecto a la posibilidad de un “después”, sigo convencido de que cometí un error al no seguir insistiendo, aceptar el fin y dejarla. La profunda depresión que me consumió los siguientes días es prueba de ello.
Fueron exactamente seis las noches cuyos sueños estuvieron ocupados por su imagen. Ella aparecía caminando hacia mí con su cabellera rubia agitándose al ritmo de sus pasos. Una intensa luz blanca, del estilo de la que imaginamos que podremos ver cuando la muerte nos llame, manaba de algún lugar a sus espaldas. Me acercaba uno o dos pasos hacia ella, hasta que algo me impedía moverme. Ella ponía un gesto de sorpresa al ver que me paraba, y su paso vacilaba, pero sin mediar más de un segundo, sonreía y reanudaba la marcha. Yo también sonreía y esperaba su llegada. Notaba cómo su aroma iba intensificándose en el ambiente…
Siempre me despertaba antes de que me alcanzara. Volvía a la realidad, pero su olor seguía presente. Sabía que no iba a conseguir nada entristeciéndome y llorando su marcha, pero no podía evitar comenzar cada mañana con lágrimas nublando mi vista. Si tienes un problema, y crees que existe una solución, intentas resolverlo. Cuando no tienes esperanza de encontrar la solución, pero el problema sigue machacándote, te hundes, porque no puedes marcarte un objetivo y pensar que todo se va a solucionar. Yo estaba hundido porque no existía ninguna solución, sólo dejar correr los días. Aunque sabía que era cierto, el dicho de que “el tiempo cura las heridas” me sonaba a chiste de mal gusto.
Se me ha olvidado comentar cómo la conocí: fue a través de un libro que había sacado de la biblioteca y comencé a leer cuando el plazo de devolverlo ya había pasado. Lo devolví con seis días de retraso. Pensando en el ello, hoy me he repetido el dicho a mí mismo: “el tiempo cura las heridas”. Es cierto, seis días después ha caducado la penalización por devolver tarde el libro, y he vuelto a sacarlo de la biblioteca. Lo tengo entre mis manos. Puedo hojearlo… puedo embriagarme con su aroma de nuevo.
Por esta vez lo he solucionado, pero no quiero caer más veces en la misma trampa. Prometo no volver a enamorarme de un personaje de ficción.
- Escribir - 07/06/2011
- La Voz (parte III) - 08/09/2009
- La Voz (parte II) - 07/09/2009
Este es el segundo relato (junto con Destructividad) que tenía «preparado» para publicar cuando me metiera aquí. He estado dudando si publicarlo o no porque en el fondo no me gusta demasiado cómo me quedó, quizá no supe plasmar la idea que tenía en mi cabeza.
Pero como tampoco lo iba a dejar muriéndose de asco por vergüenza, lo he retocado un poquillo y aquí está…
Uf tio, que alivio, te iba a ofrecer ya mi apoyo y tal. Me alegra que sea sólo un libro.jeje
He caido.
Literalmente hay libros con aroma propio, aparte de sus palabras.
¿Te acuerdas de el olor «a nuevo» de los libros del cole? o el del libro de tapas de cuero y páginas amarillentas. etc…
Claro que me acuerdo, newowen… como soy un poco «especialito» y prefiero comprarme los libros antes que sacarlos de la biblioteca, siempre que empiezo a leer uno nuevo puedo disfrutar de ese aroma 😀
Un libro que recuerdo que olía de forma especial fue uno que rescaté del trastero de la casa del pueblo: una colección de cuentos de Edgar Allan Poe. El libro en cuestión era una edición de los años 70… estaba roto en seis o siete tacos de páginas y alguna que otra directamente suelta, y lo tuve que reconstruir (no de forma muy profesional, todo sea dicho xD) para poder leérmelo. La lástima es que ahora no sé dónde está, y es una pena porque le tengo bastante aprecio, gracias a él conocí a Poe.
los olores de los libros viejos y nuevos, aunque diferentes, son embriagadores. Lo mismo pasa con los cómics, que tienen un papel diferente.
Jajajaja, al principio iba pensando que era otra típica historia de desamor y ¡qué va! Me ha encantado el final!
Yo también soy de las raritas que se compra los libros y no los saco de la biblioteca XD
Porcierto, ami me gusta mucho como escribes en general, todo lo que te he leido. Te explicas muy bien, y no te pierdes en frases larguisimas o descripciones detalladisimas. Molas ^^
Leñes, reinadelamantekilla, muchas gracias ^^
De lo que has escrito, lo que me he leído me ha gustado (me encantó el de 1984).
PD: Para completar, me acabo de leer el de «El método de respiración», que era el único tuyo que aún no había leído. Tú también molas 😀
vaya, que final mas inesperado. yo tambien he caido en lo facil: la historia de desamor.
y por si te sirve de algo (aunque no se hasta que punto lo que cuentas es verdad) yo tambien me he llegado a «enamorar» de un personaje de ficcion xD
amelie…
La idea del relato mola eh! eso de enamorarte o por lo menos soñar despierto con algún personaje de coña no creo que sea algo tan raro. Anda que no habré desvirg…soñado con hombres irreales.
Pues eso que me ha dao por empezar a leerte ejeje, más vale tarde que nunca. Y oye, me gusta. Beçitossss!