EN ALGUN LUGAR
- publicado el 04/03/2017
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Feliz Navidad (Acto IV)
ACTO IV: EL ÚLTIMO DE LOS TRES ESPÍRITUS
A la vuelta de coger combustible, Escrivá descubrió que el espíritu del Futuro había llegado al callejón y estaba charlando con los demás vagabundos.
– Vamos, Esteban, ¡ven! ¡Que no tengo toda la noche! – aulló el espectro.
– Vaya, usted disculpe señor sombra del futuro, estaba cogiendo leña.
– Disculpas aceptadas. He traído mi reproductor de hologramas que…
– Lo que sea. Empieza ya que me caigo de sueño.
El espíritu hizo caso y encima de la hoguera aparecieron dos figuras humanas. Eran dos muchachos de apariencia universitaria, bien vestidos, con aspecto ciertamente algo pijo. Caminaban por una calle desierta en un barrio pobre, en el que su pulcritud desentonaba totalmente con el escenario, en el que las ratas correteaban a sus anchas por un suelo que la limpieza municipal parecía no frecuentar. En el holograma también era de noche, y Esteban tardó en reconocerlos, pues habían crecido mucho desde la última vez que los había visto. Eran los hijos de Manolo, al que habían abandonado cuando se dio a la bebida tras la muerte de su esposa, siendo los únicos parientes vivos de él en aquel momento. Parientes, porque familiares sería decir mucho. La verdadera familia de Manolo había sido la que acudió a su funeral: el vecino del cartón de al lado, el mimo, el niño de las chabolas y Escrivá. Y por qué no, las ratas también habían sido fieles compañeras.
– Esteban, sal de tu ensoñación y sécate esas lagrimillas hombre, que la película continúa. – Se quejó el fantasma.
– Está bien… – aceptó mientras ahogaba un sollozo.
Los dos chavales iban silbando un villancico de forma más o menos acompasada. Parecían felices. Cada uno llevaba dos bolsas, que apoyaron en el primer banco de madera con el que se cruzaron. Las abrieron y comprobaron el contenido: tres de ellas estaban ocupadas por lo que parecían ser termos de gran tamaño. La otra contenía embutidos diversos. Las cerraron, tomaron de nuevo en mano y siguieron su camino de nuevo silbando y canturreando villancicos.
– Oye, fantasma, ése es nuestro barrio, ¿verdad? – preguntó uno de los vagabundos.
– Eso parece. Pero debéis tener en cuenta que esto no tiene por qué ser necesariamente cierto. Es sólo uno de los futuros posibles, el que más probabilidad tiene de terminar siendo cierto.
– ¿Quieres decir que puede ser mentira?
– Bueno, técnicamente es completamente cierto. Al menos hasta que llegue el momento. – explicó el espectro. – En realidad todo esto tiene que ver con la función de onda. Todo, seres vivos incluidos, tenemos una función de onda. Un muy buen ejemplo es el gato de Schrödinger, que…
– Vale tronco, nosotros no hemos tenido la oportunidad de estudiar una carrera – Escrivá, que había terminado Económicas en la Universidad de Alpedrete, se calló –, así que no nos cuentes milongas. Que puede ser mentira y punto. Así que sigue con el cuento, que estaba interesante. – Urgió el vagabundo.
El espíritu, que algún día debió ser licenciado en física, hizo aparecer de nuevo el holograma encima de la hoguera. Ahora los dos muchachos se habían acercado a un grupo de vagabundos que estaban reunidos alrededor de una hoguera en un callejón. Los vagabundos reales se quedaron boquiabiertos al ver que el callejón holográfico era el callejón real, que la hoguera holográfica era la misma alrededor de la cual estaban ahora reunidos y que los vagabundos holográficos eran ellos mismos. Pero del asombro pasaron a la excitación cuando vieron que los muchachos repartían los termos llenos de café entre los vagabundos holográficos, así como el embutido y unos cuantos paquetes de cigarrillos. Los chicos preguntaron por Manolo, se ve que habían ido con la creencia de que aún vivía por allí y querían darle una sorpresa navideña. El holograma se apagó cuando los mendigos y los chicos estaban fundidos en un lloroso abrazo tras comunicarles éstos la muerte de su padre años atrás. Las lágrimas se trasladaron entonces del holograma a la realidad y a todos se les humedecieron los ojos.
– La navidad, incluso en vuestra situación, es hermosa. Aprovechadla. – aconsejó el espectro.
– Tienes razón, pero, ¿qué podemos hacer nosotros, aparte de esperar la caridad de la gente? – preguntó Escrivá.
– Recompensad a quienes os la ofrecen, supongo que podéis hacer eso. Aunque tampoco me preguntes mucho… no entiendo por qué tengo que venir a sermonearte a ti, Esteban, en lugar de hacerlo con cualquier ejecutivo de la banca. Pero el trabajo es el trabajo y yo soy otro mandao cualquiera. – confesó el espíritu del Futuro. – Y ya he cumplido, así que, feliz Navidad a todos y buenas noches.
El grupo se quedó mirando la hoguera un buen rato después de que desapareciera el último espectro, y al ritmo al que caían los primeros copos de nieve de la noche se iban apagando las llamas y también las pilas de los vagabundos, que caían dormidos uno detrás de otro. Al día siguiente sabrían si la profecía del fantasma se cumplía o no.
[Para saber cómo continúa, lee la siguiente entrega]- Escribir - 07/06/2011
- La Voz (parte III) - 08/09/2009
- La Voz (parte II) - 07/09/2009
Aaahhh!!! Hay Acto V, verdad? verdad?! Eso espero… XD
Haylo, Zilniya, haylo 😀
Que pasará…
Me hace gracia el trato que hay entre fantasmas y hombres.
Y a ver si sacan la Wistation 360!XD
Y que tu, DonGato metieras al gato de Schrödinger en el relato jaja que bueno! ;P
Parece que DonGato sigue vivo, se abra la caja o no y que le duren las 7 vidas pa seguir escribiendo!