CONFESION DE UNA HISTORIA REAL
- publicado el 05/09/2011
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La Cadena 3ªParte
. Curiosamente, siempre que voy en tren me entra hambre, aunque el trayecto sea de quince minutos. Cuando bajamos le supliqué que fuéramos a cualquier hamburguesería para tener la barriga llena. Paramos delante del Burguer Paradisse, un pequeño establecimiento que había entre dos enormes tiendas de ropa.
El único foco lumínico en aquel sitio provenía de las estanterías donde cabía la mayor cantidad de bebidas alcohólicas que jamás había visto en mi vida. En el mostrador, un chico, cuyas rastas lo hacían igualito a Davis Jones, nos ofreció unos mojitos verdes que sabían a la limonada más agria:
– ¿Qué coño es esto? – escupí cuando terminé de ingerir aquella basura:
– Mejor que el sake – rió Aura, acompañada del chico:
– Parece que tu amiga no está acostumbrada a tomar alcohol.
– Lo de ella es más sake ¿Sabes?
Estoy segura que si estuviera sola, con mis pitillos y mis camisetas holgadas el chico me pediría el carné, pero no fue así.
Esperé a pequeños y resignados sorbitos que Aura terminara su mojito y le diera su número de teléfono al camarero, puesto que ambos simpatizaron en seguida… y supe de qué manera cuando mi amiga se cruzó de piernas y se acicaló el pelo, de una manera que hizo sonreír al muchacho. Hacía eso cada vez que quería llamar la atención masculina. Yo me guardaba mi dignidad.
– ¡Berna, ponme otra Heineken! – carraspeó una voz masculina que me resultaba notablemente conocida – ¡Aura, que sorpresa!
No, no podía ser ¿Kagura estaba aquí? ¿Cómo no me había dado cuenta? Bueno, era normal con esta oscuridad sin explicación.
– ¡Lo mismo digo, mira quien está aquí Lluvia!
Me dio tal pellizco que me giré de un salto, pues si solo me hablaba, con tal de que no me viera, me habría hecho la distraída… pero como mis autoreflejos estaban bien entrenados me giré con la mejor sonrisa que pude y al encontrarme con su cara hablé:
– ¡Kagura, que sorpresa verte aquí!
En su cara estaba grabada aquella sonrisa tan arrebatadora… ¿Arrebatadora? Lluvia… ¿Qué acabas de describir? Ay Dios mío… tenemos un problema:
– ¡Que cambiada! – observó sin borrar la sonrisa y yo sentí que me iba a caer al suelo… ¿El mojito? – Te queda muy bien esa pintura en los ojos.
– ¿A que sí? – apremió mi amiga con orgullo, pues si no fuera por ella, no habría ni una mota de maquillaje en la cara – Le resaltan más los ojos ¿Verdad?
Realmente quise matar ha Aura en aquel instante…
– ¿Quiénes son?
Volví a mirar en dirección a Kagura. No estaba solo. A su lado había un chico rubio oxigenado cuyo color contrastaba con su tez bronceada… Era tan atractivo como Kagura… pero a diferencia de mi compañero, su mirada no era alegre, sino arrebatadoramente profunda e intimidante, tanto que al chocarme con ella me sobresalté.
– Unas amigas de clase – respondió Kagura – Son Aura y Lluvia. Ya sabes, las que invité a la fiesta de Sober. Chicas, este es Ian, el cantante de mi grupo.
– Un placer – dijo Aura, seguramente, olvidando al camarero.
– Hola – le dijo el otro de manera tan cortante que Davis Jones volvía a tener suerte – Voy con los demás. Te esperamos allí ¿Ok?
Su amigo le asintió y volvió a dirigirse a mí, nuevamente, sobresaltándome. Seré gilipollas.
– ¿Venís mucho por aquí?
– Sí – mintió conscientemente mi amiga.
Le dirigí una mirada de descortés incredulidad:
– ¿Ah, sí?
Ella rió, encogiéndose de hombros para volver a girarse y prestarle toda la atención al camarero. Entonces, me di cuenta de que estaba frente a Kagura y fingí la seguridad que no tenía:
– Discúlpala; son los mojitos.
El rió, complaciéndome:
– ¿Nunca has oído que los borrachos y los niños nunca mienten?
– Eso es tan subjetivo como una perspectiva surrealista – “¿Cómo puedo ser tan friki?”, pensé al terminar semejante pregunta.
Patética o no, soltó una sonora carcajada:
– ¡Acabo de conocer a la única persona que le interesan las clases de Juan Ramón!
Lo que más me gustaba de Kagura era su facilidad de acomodar a la gente a una conversación. Es decir; el lo hacía todo ameno para personas tan tímidas como yo, quienes, al darse cuenta, estaban entablando una conversación de la manera más placentera:
– ¡Eh, no te equivoques amigo! ¡Yo no atiendo, estudio!
– ¿Con qué estudias, eh? – bromeó haciendo una regañiza – Lo que quieres ocultar en realidad, es que tomas apuntes de todo lo que dice.
– No lo hace – intervino inesperadamente Aura, con voz apagada; la misma voz que puso la noche que regalaban cerveza gratis en la orla de primero – Se pone a escribir relatos carentes de significado.
Volvió a girarse al mismo tiempo que pedía otro mojito. Ni siquiera pude reaccionar, porque Kagura me interrumpió:
– ¿¡Escribes!?
– Cosas sin sentido – contesté con un sarcasmo que no pilló:
– ¿Y que escribes? – inquirió con aquella sonrisa que aceleraba mi corazón. Desvié la mirada, ya que me estaba poniendo roja:.
– Ya lo has oído; cosas sin sentido.
– Claro que tiene sentido si sale de tu cabeza.
– No todas las cosas tienen sentido en esta vida. ¿Sabes?
– Se lo dices a un tío que decidió irse de una ciudad para salir de la monotonía y del estrés y se instaló en otra.
– Por ejemplo – coincidí – No tiene sentido lo que has hecho; tu mismo reconoces no todo en esta vida tiene sentido y eso es lo que le da más… – intenté buscar las palabras, pero no me salían:
– ¿Morbo? – inquirió él:
– No – negué con la cabeza – Bah, da igual. Siempre me pasa lo mismo… cuando quiero explayar, explicar algo con un rico vocabulario me quedo en blanco y lo dejo a medias… – “como casi todos mis relatos”, añadí interiormente.
– Tengo tres cervezas y dos cubatas encima… pero lo que he entendido es que dejas a medias tus relatos ¿O me equivoco?
Le miré con incredulidad:
– ¿Quieres que te presente a mis amigos? – preguntó con entusiasmo.
Antes de que pudiera contestarle, su mano me conducía hacía el interior del establecimiento. Su mano estaba entrelazada con la mía… y su tacto era realmente suave y cálido… mi corazón se iba a desbordar:
– ¡Kagura, aquí!
Aquella voz chillona y aguda rompió nuestro momento de contacto físico. Se paró en seco, yo lo imité y me di cuenta que una luz similar a la de la barra nos enfocaba… Giré la vista y volví a encontrarme con la matadora mirada del tal Ian. No estaba solo, lo acompañaba un grupo compuesto de dos chicas y tres chicos. Sentados en un sofá, rodeaban una pequeña mesa abarrotada de ceniceros, cervezas y vasos de cristal. Cuando los vi por primera vez… tuve una extraña sensación.
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El relato sobrepasa considerablemente el límite de 1.000 palabras establecido por las normas de Sopa de Relatos.
Por favor, reducelo, o divídelo en dos partes.
mejor, no?
Si xD
Por cierto, me gusta mucho como escribes. Estoy impaciente por leer la 4º entrega 🙂
a ver a donde quieres llegar jajaja
Jeje, sí que está interesante sí. Describes muy bien a los personajes, como evolucionan ellos y las relaciones entre ellos, es lo que me mantiene en expectación… ^^