El amor del rencor
- publicado el 02/01/2014
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El sacrificio
Cargaba con la muerte a sus espaldas, no había otra forma de describir la situación.
Andaba por esas calles atestadas y todos lo sabían… Iba a morir.
No iba a ser voluntario, por supuesto, aunque lo hiciese por ellos. Él sería su regalo, su salvación, la de todos aquellos que le condenarían y la de los que no harían nada por él.
Había tenido la esperanza de poder prescindir de ello, había tenido fe… Soñado que tal vez cambiarían, y él podría de algún modo acabar su vida de manera feliz al lado de ella, pero ahora éso era imposible.
Su padre, su verdadero padre, le había avisado de ello. Le había dicho muchas cosas… a pesar de no haberle visto nunca. Pero era normal, él era la esencia de toda vida… Él lo era todo.
Por supuesto, no era su padre hablando en términos humanos, realmente era tan padre suyo como el de cualquier otro… La única diferencia era que a él le había creado tal y como creó el mundo en un principio… De la Nada. No había habido inseminación, sencillamente había nacido. Era su regalo al mundo, un regalo el cual tenía en este momento unos sentimientos no muy agradables.
Él no era un dios, no era un ser perfecto, podía sentir el dolor y la pena… y la rabia. Ésa gente por la que iba a morir le estaban condenando, y no sólo éso… le alejaban de ella.
En este mundo reinaba la injusticia, el dolor, la maldad… Y poca gente conocía lo que era el verdadero amor. Lo que sentía él ahora y lo que le iban a arrebatar, junto con todo lo demás que tenía.
Llegó el momento… ya estaba allí. Había llegado al lugar y las circunstancias eran tal y como las había visto en sus sueños, en sus visiones. Había dos hombres crucificados, y él sería el siguiente.
Tumbaron la cruz en el suelo y después le situaron encima. Había gente alrededor mirando, observando. Gente a la que él había ayudado en lo posible. Pero no habían venido a salvarle… Habían venido a ver el espectáculo, a ver cómo era alzado a una altura considerable colgado de manos y pies sólo por unos simples clavos.
Nunca habían creído en él realmente… No las personas que había aquí presentes, y ahora se preguntaban por qué el que no había sido concebido, que tenía visiones y sabía tanto de todo lo que le rodeaba, no era capaz de librarse de esta situación… Por qué el Dios al que adoraba no lo salvaba impidiendo su crucificción.
No sabían que ése era el deseo de su padre.
No sabían que éso lo haría inmortal y haría que todo aquello nunca se olvidase.
Notó como el primer clavo le atravesaba la piel de la mano, y un grito ensordecedor salió desde lo más profundo de su pecho. Al segundo martillazo le acompañaron también lágrimas de dolor. El tercer martillazo le selló los pies.
Pero lo peor fue la ascensión… Notaba cómo sus miembros se desgarraban de dolor mientras luchaban contra la fuerza de la gravedad sólo sujetos por unos finos trozos de metal, y suplicó internamente que todo aquello acabase rápido.
Miró a su alrededor… La gente no sabía qué iba a pasar una vez fuese crucificado y se habían apartado, con precaución.
Después su miedo a un posible castigo divino se había disipado, y se acercaron a escupirle e insultarle, pues ahora estaban seguros de que todo lo que les había dicho era mentira.
Al cabo de unas horas estaba sólo.
Ella no vendrá… No debe hacerlo. Sufriría viéndome aquí y sintiéndose impotente ante tal acto de maldad.
El dolor y la cercanía de la muerte empezaron a cegarle. La vida le abandonaba, se acercaba el fin.
Unos pasos le despertaron de su subconsciencia. Era ella, estaba allí. Y venía acompañada del llanto y la tristeza, que la acompañarían hasta el día en que su mundo acabara.
Consiguió abrir los ojos y vislumbrarla un momento… Después la oscuridad, alumbrada por el brillo de sus lágrimas como una luz cegadora, así como el Sol nos ilumina una vez lo hemos mirado aunque hayamos cerrado los ojos.
Calma, paz, luz. El final de la vida mortal.
Nunca moriría realmente, nunca dejaría de exisistir. Simpre estaría vivo, pues sus enseñanzas y sus experiencias serían escritas, y mientras fuese un recuerdo, seguiría estando presente.
Mucha gente a partir de entonces conseguiría la vida eterna, pues tratarían de seguir sus pasos, de amar, de evitar el mal, de luchar por los demás… y a cambio no serían olvidados. Estarían junto a él. Serían eternos en la memoria del mundo.
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Lo lamento si alguien se siente insultado con este relato por su trama, mi intención no es molestar a nadie, pero me apetecía mucho escribir un relato sobre este tema. Espero que os guste, si no la historia, por lo menos cómo está escrito.
Está muy bien, la verdad que te hace ponerte en la situacíón, pero por favor, corrige el «concevido» que es con b.
Me gustan los relatos contados de distintas maneras, aunque vengan a decir lo mismo, pero siempre se ve el lado subjetivo del que lo escribe.
m ncanta. ella es maria magdalena?
Gracias!! Y sí, esa era la idea, aunque lo he dejado un poco en el aire para no meterme en ese tema ya
Curioso, es el primer relato que leo por aquí (si no me equivoco) con tintes religiosos. Y aunque es un tema muy manido, me ha impresionado verlo de tu pluma. Nunca sé qué esperarme cada vez que cuelgas algo aquí, pero desde luego, eres original.
Se agradece que pienses algo así y no sé… lo cierto es que dude si entrar en el tema porque es muy delicado… pero he intentado no darle un tinte muy subjetivo en la escritura, espero haberlo conseguido
Yo creo que es mejor que hables de ella como tal. En cualquier caso, el tema lo sacas al decir ella. Lo que «lo evita» es el hecho de que él no piensa en ella como mujer, ni siquiera en el relato. Pero personifica. Y eso no debería de hacerlo si lo entendemos como ÉL.
Me extraña de tí un relato así, la verdad. Tampoco creo que te hayas propasado mucho. Creo que cada uno lo entenderá a su manera, el que crea de una forma, el que no, de otra. Pero no creo que sea un insulto a nadie, no le des vueltas a eso.