CUANDO EL SOL CALIENTA UN AGUILA ROMPE EL SILENCIO
- publicado el 09/08/2014
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Agata Ruíz de la Prada.
– ¿Cómo no voy a existir?
– Vamos a ver, que no pasa na…pero que aún no pasando na, que sepas que existir lo que es existir, no existes.
Adölf Pickler estaba atonito. Se echó a reir pero luego se dió cuenta de que era ridiculo reirse en esa situación.
– ¿Quieres decir que lo de la fabrica, lo de mis amigos, la chica esa guapa a la que le gusto pero yo estoy indeciso por pedirle salir, los accidentes en avión y mis aventuras en aquella aridas tierras son todo mentira? No es posible.
– Como diría Nike, Impossible is nothing. Eres fruto de mi imaginación. Bueno, de mi aburrimiento mas bien.
– Alomejor el que no existes eres tu – enseguida se dió cuenta de que era una estupidez lo que acababa de decir pero tiró p’alante cual lobo con presa tampax – alomejor te he creado yo para que cuentes mi historia.
– Absurdo – y le dió un mordisco a la manzana (una de oro, la de la diosa mitologica griega Artemisa o algo asín) – Simplemente absurdo.
– ¿Y yo que hago ahora?
– Lo que tu quieras.
– Al menos, tu verdadero nombre es daniloko, ¿si o no?
– Eso sí, pero tu te podrías llamar como yo quiera. Por ejemplo Agata Ruiz de la Prada.
– ¿Pero qué…? – protestó Agata, indignada.
– Jajajaja, ¿te imaginas?
– Igual que me creaste, matame. No merece la pena vivir en tu mundo, eres malo.
– No, no quiero. Me da pereza. Te dejaré a un lado y ya.
– ¿Eh?
– Conocerás a muchisima gente en el sitio al que vas: Sancho Panza, Hamlet, Bruno el del Niño del Pijama de Rayas, Sherlock Holmes, Augustus Glup el de la Fábrica de chocolate, el Lazarillo de Tormes, Rinconete, Cortadillo, Nadia la de los libros de Isabel Allende, Mortadelo, Filemón…
– Esa gente da asco, son personajes de libros, gente inanimada entre parrafo y parrafo.
– No tienes ni principios, ni gustos ni na de na. Todos tus sentimientos y tus acciones las creo yo. Te lo demostraré. Voy a matarte ya mismo.
– Pero… ¿con qué fin?
– No sé, será un final de relato original.
– Dame una oportunidad, te lo ruego.
– Paso, me voy a ver al Madrid – y bostezó desde su casa, sentado frente al ordenador – ¿Tus ultimas palabras?
– Al menos ponle mi nombre al relato, ¿quieres?
– Va.
Una bomba nuclear le cayó al pequeño personajillo en un ojo, con desternillantes resultados. Tendrían que haber estado en mi mente: es muy gracioso. Solo diré que había tripas y sangre por todas partes, pero la acción se desarrollaba en un entorno precioso. Paso de describirlo, pero había un lago y en el fondo del lago hojas muertas, amarillas y rojas.
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