Interrogaciones
- publicado el 06/10/2009
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La inutilidad de un beso
Llegó el momento de la despedida.
Tras largas miradas y un silencio envolvente, Ana empezó a inquietarse.
Y empezó a pensar:
– ¿Qué hago?, ¿Ahora qué hago?, ¿Qué va a pasar?,¿Qué digo? No, mejor no decir nada pero, ¿cómo me comporto? ¿Le gusto? Porque él a mí sí que me gusta… ¿Qué hago?-
Volvieron a retomar la conversación y Ana sonreía empática, de forma automatizada porque no podía frenar aquellas ideas que revoloteaban en su cabeza como una bandada de pájaros asustados, sin saber qué rumbo seguir. A duras penas seguía el discurso de Miguel, estaba hipnotizada con sus ojos y le costaba controlar sus sentimientos.
– Podría besarle. Tal vez es una buena idea aunque, podría alarmarse; pensar que soy una cualquiera que va buscando algo
fácil o una “loca de la cabeza” que en cuanto conoce a un chico ya se imagina cómo sería su futuro con él… Va, Ana, se sincera contigo misma, ya te has imaginado cómo sería tu futuro con él… ¡Pero sólo por entretenerme! Mira, no estoy segura.
¡Maldito amor romántico! ¡Maldigo el momento en el que se instaló esa idea en mi cabeza y maldigo la cantidad de años que llevo siendo su víctima! –
Pero es que no se ser de otro modo…
Miguel empezó a darse cuenta de que a Ana le pasaba algo. Ana, acostumbrada a salir de sus ensimismamientos de forma rápida exitosamente retomó las últimas frases que había escuchado para continuar la conversación.
Pasaron varios minutos conversando y Ana advirtió que, de nuevo, el silencio estaba al caer.
– ¿Para qué le voy a besar? No va a servir para nada. ¡Imagínate que no es lo que quiere! ¡Imagínate que no le gusto! Mejor dejarlo estar total, sólo es un beso. Puff, me siento como una quinceañera.-
Ana cortó el silencio y forzó un poco la despedida. Miguel, complaciente le dio las buenas noches y se marchó.
Y al entrar en casa y cerrar la puerta Ana se quedó pensando en la posibilidad de aquel beso. En la inutilidad de un beso pensado, perdido y jamás robado.
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¿Por qué siempre me pasa eso? ¿Es culpa del romanticismo? ¿De las películas de Disney?
Uy! Ojalá lo supiera… A mi me gusta echarle las culpas a Disney, al romanticismo y a todo lo que pillo por delante porque, hay veces que afirmar y creerse a pies juntillas que el amor es el motor que mueve el mundo, cuesta demasiado…
Pero todos sabemos que esto acaba bien, con la pareja formada… y, finalmente, el arrastrado por el mar hasta las profundidades abisales:
«no ha saliiiido el soooool y Ana y Miguel ya encienden llamaas»
Khajine, yo también te quiero ¬¬
– y si él es arrastrado por el mar no creo que eso sea un «esto acaba bien»-.
Al menos los acorazados se hunden con una gran explosión o con su orgullosa súper-estructura aún enhiesta, amenazando a las nubes y a los cobardes mosquitos que le lanzan bombas y torpedos. Pegando cañonazos bien plantados en el agua. No como ahora, que se estilan más los portaaviones o las bombas teledirigidas.Digamos que tienen su estilo, que saben hundirse o morir con las botas o cañones bien puestos.
Por si no se entiende lo que quiero decir: prefiero ser romántico aunque me hunda hasta las profundidades abisales. Aunque se lleve ser superficial y gilipollas, copular aquí y allá, no complicarse demasiado, me quedo con lo clásico. Aunque no acabe bien. A fin de cuentas, esas historias, aunque no tengan un buen final, son las que merece la pena contar.
Sin duda Disney tiene la culpa xD
Por cierto, conozco a un Miguel que va a mi clase que encaja con la descripción (yo quiero imaginármelo así), pero es un poco mayor. Yo que tú me lanzaba…