El sueño de Dee

Aquella noche, como en los últimos meses, Dee dormía intranquilo. Los ruidos de las sombras le atemorizaban. Creyó oír un chasquido y una respiración proveniente del piso de abajo. Los rumores de que extrañas criaturas acechaban las aldeas de la provincia habían calado en la imaginación del joven Dee. Creyó armarse del valor suficiente como para bajar a investigar, pero su cuerpo le pesaba, prácticamente se sentía atado a la cama. A pesar de esto hizo un último esfuerzo. Debía proteger a los suyos, pensó.

Entonces un intenso zumbido inundó la habitación y sintió que se alejaba de la cama en forma etérea. Con una leve mirada hacia atrás vio su propio cuerpo yacer con los ojos cerrados sobre la cama, una tenue luz azul dilucidaba los detalles de su pálida cara. Un crujido se oyó de nuevo.

Decidido, bajó al salón a encontrarse con la fuente de todo aquello. La extraña fuerza o nexo de unión con su cuerpo hacía pesados sus movimientos, hasta que hubo pasado el umbral de su cuarto. Descendió las escaleras de madera envejecida por el paso de generaciones. Entró a la sala principal adornada con viejos retratos y sillones alrededor una chimenea apagada, aun humeante. Una sombra se adivinó junto al mueble biblioteca del padre de Dee, fallecido años atrás. La figura cesó en su menester y Dee percibió que este había advertido su presencia. Pero sabía que estaba en forma etérea y que el extraño no podía verlo, podía intuirlo.

La silueta giró su cabeza hacia él y sus brillantes ojos se clavaron en los de Dee. No podía ver bien su rostro, pero pronto lo vería. El miedo se apoderó de Dee como una oleada que recorrió su cuerpo, como una emoción pura, el extraño se dirigía hacia él firmemente.

– Sabía que tú también serías uno de los nuestros.- El rostro se clarificó. Era Hermes, el padre de Dee.

-¿Padre? ¿Pero… cómo es posible?- Una sensación de tranquilidad era proyectada hacia Dee, que no daba crédito a lo que estaba sucediendo.

Hermes trasmitía a Dee sus pensamientos sin mover los labios.

– Eres un caminante de sombras, como también lo fueron mi padre y mi abuelo. Somos seres capaces de caminar entre planos. Ven, sígueme.-  El padre de Dee, había sido considerado un sabio en vida y los hombres le requerían para la resolución de problemas de pequeña y alta índole. Dee entendía ahora el por qué.

Salieron al exterior de la casa y un manto de estrellas cubría la bóveda celeste, más brillantes que nunca, Dee podía ver con claridad constelaciones, planetas y lejanas lluvias de estrellas.

– Hijo tienes un don que te permitirá moverte entre dimensiones, caminar en las sombras, ver a través de las personas sus pensamientos y comunicarte con ellas, comprender e incluso influir en las emociones de la gente. Tienes una gran responsabilidad, pues esta habilidad debe ser usada en favor de la bondad, en cualquier otro caso se volvería contra ti y envilecería tu alma. Sé fuerte – Hermes se situó frente a Dee y con un ademán se despidió fundiéndose en el firmamento.

Dee abrió los ojos entre lágrimas. Se encontraba en su cama preguntándose si había soñado aquello. Sabía que no. Lo había sentido.

Liam Reig
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