Amor verdadero.
- publicado el 17/03/2014
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Cadena perpetua
No recuerdo cuando empezó, en qué momento aquellas manos que me acariciaban se convirtieron en puños de acero. Los brazos que antes me abrazaban eran ahora mi cárcel; y las dulces palabras de amor, desprecios y gritos.
Cada golpe que tú me dabas, desfiguraba nuestros rostros; en el tuyo surgía la bestia.
Aquella noche no fue una de tantas. Mientras descargabas sobre mi quebrantado cuerpo lo que tú llamabas amor, no sé si por el destino, mis súplicas o el alcohol, caíste golpeándote certeramente.
Con tu muerte, creí quedar libre para siempre. No sabía entonces que algunas secuelas son para toda la vida. Como otra cadena perpetua.
Fotografía; Jan Saudek
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