En la selva

Entre la selva negra camina y camina sin mas norte que el tacto, que paso a paso tropieza, resbala, araña, golpea, engaña y muerde el alma, el flato ya es costumbre, ojos abiertos que de vez en cuando dejan entrar destellos que dan esperanza al alma que se siente sola y dan aliento para dar otro paso.

Sigue hacia delante, no hay para tras, hace doce horas que esta perdido en su primera excursión de colegio, del colegio Don Bosco, ayer todo era algarabía, cantos y bromas hoy todo es miedo, frío, hambre, ya no llora solo tiene tiempo para caminar, porque su próximo paso puede ser el ultimo, perdido en ese abismo de plantas con sabor a tierra y sal, con el cuerpo húmedo de líquidos corporales que fluyen por los poros a ritmo de la sangre con un bom, bom, bom, que le acompaña.  la respiración cada vez mas forzada y en su mente una sola idea “el amanecer”.

Ya se olvido de rezar pero en un rincón de su alma a un vive la esperanza del mañana y con la fuerza que no dan los huesos, sigue caminando a obscuras.

Un rayo de luz entra forzando las hojas, cortando las ramas para poder reflejarse en el riachuelo errante, que da ritmo a sus pasos y rumbo a su vida, pues ha dejado ser la oscuridad su horizonte y el reflejo del sol, esta noche, se vuelve su estrella polar.

Sus pies ya cansados destilan, dolor, pero su corazón no se quiebra, el miedo ya paso, el hambre esta olvidada, el frió aun no se ha ido, mas bien se fortalece y el cansancio lo tira otra vez y le cuesta mas ponerse de pie.

-Madre te juro que no moriré, esta noche no, mañana, mañana… tal vez.

Sus pasos lo llevan al coro de ranas, a ese espejo en el que la luna se peina y el andar se acaba, cae por última vez esa noche, y a sus trece años esta a punto de recibir su primer amanecer solo.

Alan del Cid
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