Lo que nadie sabía de la muerte
- publicado el 21/01/2014
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¡Esa voz!
La voz era suave, cálida… las palabras… dulces y agradables… su olor inconfundible… y sus manos, con dulzura me tocaban… volaban de un lado a otro… me hacían cosquillas… y me empezaba a gustar… no quería soltarla… aún no… todavía tenía tiempo… había que aprovechar… abrazarme a ella un poco más… no perder su calor… quería sentir su suavidad… pero esa voz!… de nuevo empezaba a llamar… esas manos de nuevo a acariciarme… a moverme… a decirme que ya la dejara… que ya era hora de que me levantara… que soltara la almohada y me alistara para irme a trabajar…