De cuando soñaba para no existir

Tras la tercera caída, el unicornio que trataba de domar se quedó mirando fijamente como Ízurin se levantaba del suelo con las ropas desgarradas, varios moratones y cojeando.

– ¿Por qué no despiertas ya? ¿Acaso no has tenido suficiente?
– Créeme, los golpes duelen menos aquí.

Sergio Ferrer
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