Tu cadáver fue el mejor de tus poemas.
- publicado el 09/03/2014
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Sin ti
Hoy vengo por primera vez desnuda
sin maquillajes y sin mentiras.
Y es que a vecces, por la noche
no sé porqué, sólo a esas horas,
el reloj parece que se para.
Acabé en la misma cama, como siempre
mirando el techo, ojos perdidos,
como si allí pudiera encontrar
todas las respuestas que ya sé,
con esa extraña sensación de que,
mañana, me levantaré igual que hoy
apagaré la alarma de mi reloj,
abriré mis libros, trabajaré,
y que al llegar la noche,
abriré la puerta de mi cuarto
con miedo, y acabaré en esa cama
haciéndome las mismas preguntas;
y es que todo es un círculo
siempre acabas en el mismo punto.
Sólo entonces hay más ruido
dentro que mi cabeza que fuera.
El tiempo pasa, no hay duda
y yo, clavada aún en el mismo sitio
esperando y desesperando por ratos,
me escudo en fechas y límites,
en «el tiempo es sabio»
pero sigo con insomnios
que arañan mis paredes
y escuecen en mi herida.
Sigo pensando que quizá,
algún día, no sé cuando,
ni tampoco cómo será,
dejaré de estar vacía por dentro
y superaré el vértigo
que me entra cada vez que imagino
que ese futuro que dibujo en mi mente
no se cumplirá.
Sigo buscando la llave
que enjaula todas mis noches
a la pata del insomnio
Sigo preguntándome aún
«hasta cuando»
hasta cuando sonreír
y hablar pausadamente
y que nadie vea en mi retina
lo que hay por dentro.
Da igual que en mis oídos
suene la música a todo volumen
porque como todo, se acaba
y el silencio de la noche
vuelve con sus aullidos
culpándome de cobarde.
Que es lo malo de las islas
que deseas cada vez más
la paz de sus abrazos
y poco a poco
se convierte en península
y después, a continente,
y que cuando quieres darte cuenta
toda Pangea está en su cuerpo.
Y es que hay heridas
que se curan con besos de sal
escondidos como fugitivos
bajo la luz de la Luna
-que a cuántos enamorados
habra visto fundirse
bajo sus rayos de plata-
Podría hacer una lista
con todos los «te quiero»
que guardados de la lengua
volvieron a atormentante
cuando me tiraba a la cama
a mirar el techo.
Y cuando vuelvo sin ti,
-triste trayecto de la noche-
pienso en tu mirada
que me desnuda
(no que me desvista)
y así me quedaría,
hora tras hora,
año tras año,
mirándote…
no me hace falta tocarte
para llegar al cielo,
que no quiero paraíso
si con sólo un dedo
puedo acariciar el recorrido
de tus manos a tu codo.
Cómo vas a creer en la magia
si no sabes ni siquiera
lo que es rozarte la piel
que recubre tus labios.
Qué sabrás tú de lo que es
verte mirando las estrellas
y que salga de tus labios
el vaho del frío
silencioso, blanco, trémulo.
Y yo, que sólo sé mirarte
me quedo pendida de tu aliento
balaceándome como la primera gota
que cae del rocío a la mañana.
Te he visto sonriendo,
te he visto llorar,
y no sabes lo que es
verte hacer una u otra cosa.
Tú no sabes la paz
de cada uno de tus abrazos
que si supieran lo que es
no habría guerras en este mundo.
Qué sabrás de nubes
si ya eres cielo
que cubre todo el mundo.
Qué sabrás de arcoris
si eres lluvia que me moja
y a veces no sé si es el agua
o las lágrimas de mis ojos.
Que te veo y me sobra todo el mundo
desde la gente hasta tu ropa
Pero nada de esto
es realmente importante
es sólo una parte
de todo aquello que a veces
irrumpe en las noches
cuando me quedo tumbada
mirando al techo,
pensando en «Hasta cuandos»,
de «vida y muerte»
que a veces pienso ya
que son lo mismo…
sin ti.
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ainsss, cuanto pesan las ausencias, a pesar de la tristeza que destilan tus letras es hermoso leerte, un saludo
Gracias por tus palabras Aurora, la verdad es que sí… pero es extraño como ese dolor nos hace crear este tipo de cosas. Muchos besos 🙂