El asesinato de Rasputín (2ª Parte)
- publicado el 30/09/2012
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El caso resuelto
— ¡No es posible! ¡Alguien debió haberlo matado!
—Entiendo cómo se siente, señorita Livingstone. A primera vista, mi hipótesis se centró en que dispararon a su padre y luego cambiaron las pruebas.
— ¿Y no fue así, detective?
—En absoluto. Cuando su padre murió, usted se encontraba fuera de la ciudad; lo que confirma su coartada. Sin embargo, el chófer pudo
haberle asesinado en el margen de tiempo en que se estima su muerte. Igual ocurre con el mayordomo y el cocinero.
—Entonces cualquiera de los tres pudo haberle puesto el rifle en la mano.
—Señorita Livingstone, el chófer me dijo que se encontraba en el garaje en el momento del disparo. Desde allí hasta la entrada de la
residencia hay varios metros de distancia. De haber sido él, pudo haber sido descubierto por los otros dos sospechosos.
—Y por ese razonamiento queda descartado.
—Así es. Por su parte, el mayordomo estaba ocupado con los preparativos de la cena que su padre iba a tener con unos invitados.
Según el testimonio del cocinero, éste oyó el disparo desde la cocina.
Y tanto el uno como el otro se vieron por los pasillos mientras corrían hacia el estudio de su padre.
— ¿No pudo haber sido el chófer? Tal vez manipuló la hora de la muerte.
—Eso es buscar los tres pies al gato. No podría encontrar pruebas donde no las hay.
— ¿Y qué demuestra que ni el mayordomo ni el cocinero sean culpables?
—Lamento decirle, señorita Livingstone, que ninguno de los sospechosos ha dado positivo en el test de pólvora. En cambio, la policía científica ha encontrado restos en el cuerpo de su padre.
—Entonces… ¿Mi padre se suicidó? Estaba un poco abatido por la muerte de mi madre, pero no a tal punto de querer matarse. ¡¿Cómo pudo hacerme esto?!
—Necesitará muchas lágrimas para acabar aceptando los hechos, señorita Livingstone. Y no la culpo. Me limito a hacer mi trabajo, que es buscar la verdad. Como detective, no juzgo ninguna palabra ni ninguna acción de nadie. Tampoco se encuentra en mis principios aliviar la conciencia de los demás. Pero no me marcharé sin decirle que quizás su padre necesitaba su compañía.
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