El reloj de Críspula
- publicado el 20/01/2014
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Ni en uno
Vengo de un hombre joven pero inmóvil, enfermo de pereza; vago, apoltronado.
Un hombre lleno de posibilidades pero también de energía inerte y estéril.
No me he dado cuenta hasta que he regresado con un hombre viejo y cansado.
Un hombre que fuma de puro nerviosismo y costumbre, con un cigarro perenne entre sus dedos huesudos.
Un hombre que bebe a diario pero no lo reconoce, o no le da importancia.
Un hombre que desde a la mañana a la noche tose, arrancándose todo, pero tapándose la boca con un pañuelo,
ese mismo hombre que después carraspeará con fuerza y escupirá al suelo sin ningún pudor.
Éste era el hombre viejo y no te das cuenta hasta que lo ves con tus propios ojos.
Ves su casa, cuidada y limpia, llena de hermosos trastos inútiles, de batallitas, de colecciones, cubierta por una pátina de polvo que le da y no le quita.
Cuando me vaya, y sepa que ya no le veo, este hombre viejo llorará porque su corazón ya no está para echar de menos, sino para vivir tranquilo.
Y, cuando yo sepa que no me ve, también lloraré, porque sé que ésa será la última vez que le veo tan bien.
Pero he de volver a un hombre joven al que no le aporto ni le robo, al que no le falto ni le sobro.
Un hombre sin memoria que se queja de las mañas con que vivieron los ancianos.
Este hombre joven rebosa de energía para superarlas pero prefiere desgastarse en pataleos.
Este joven prefiere morir de hambre a entrar a preparar su propia cena.
Con este joven soy estéril, en él no importo.
En él, mis ideas fructifican ignoradas, en él mis pasiones se diluyen entre otras pasiones.
Este hombre conoce su potencia y se traiciona, se zancadillea sólo por verse agitar los brazos.
Este joven me iluminó y yo lo riego, lo amamanto con sangre no correspondida.
Este hombre me estrechó ante sí y ya no le valgo; me convirtió en un abrazo más, sin importancia.
Soy ignorancia decidida en su presencia, cosas más fútiles le preocupan,
su mirada se reparte entre fuegos de artificio y frustraciones.
Si alguna vez me voy de él, agarrará una rabieta por perder su juguete roto.
Y yo me quebraré porque aún lo quiero, como también quieren los siervos a sus amos.
Vivo entre dos almas que me forman y me adhiero en dos mitades enfrentadas.
Porque el viejo que me ama se me muere y al joven que me acoge aún no le importo.
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