Don Nadie

Al igual que Lemebel, soy un infiltrado.
Un desterrado, un apestado,
un rechazado, un equivocado.
Soy un Don Nadie.

 

Ignorante de toda la música posible y
existente en las entrañas de los pueblos,
donde aún no he pisado siquiera su tiempo,
ni en sueños.

 

No soy lo que dice ese diploma.
No soy lo que está escrito en un recuadro.
No soy el del título profesional.
No soy ni siquiera el maestro recién egresado.
Soy un desconocido.
Una sombra.
Un ajeno a ustedes.
No existo en el registro de sus memorias.
No soy el tiempo que comparten,
ni el post que repiten.

 

Tengo la identidad de una hoja en blanco,
incapaz destruirse rápidamente.
Acumulando piel, polvo, calma.
Soy un Don Nadie.
Un negado incluso al fracaso.
Un no actor.
Un nunca escritor.

Un no artista.

Una mentira universitaria.

Un no ser.
Un no tener que ofrecer.

Un no saber ya qué hacer.

Un no profesionista.

Un no oficialista.

 

Soy una ficción.

Un personaje reciclado,
repetido, abotargado,
irreverente, contumaz.

 

Un error reiterativo,
bien podría ser un acierto
lo más cercano a lo justo,
un tino para vivir del cansancio.
Y no morir en el intento.

 

Una muletilla incomoda,
ofensiva, abusiva,
repulsiva.

 

Soy un Don Nadie
y así está mejor.

 


Serie (im)personal, 2016. 

Edgar Eglon

Así, con unas ganas de escribir es que me encuentro la mayor parte del tiempo. Pero la duda a veces es -¿cómo generar un espacio en el cual hacerlo? Bueno, mientras lo termino de cachar, continuo dejando palabras dispersas, otras -más o menos- acomodadas, y sin principio ni fin.

Me aventuro a compartir el gusto con otros pares. Ansiosos, contradictorios, exploradores. De aquellos que nos subimos a la duela a vivir un poco de ficción y nos enamoramos del vértigo, la palabra dicha, el pensamiento compartido y la convención escénica.

De esos que a veces nos vamos a confundir algún lugar recóndito.

- ¡Que sean muchos y suficientes! ¡Que los malos se vayan pronto de mi Tierra! - son cosas en las que pienso continuamente.

e. E.

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