El gavilán y la paloma

Sesenta y seis rosas blancas,

sesenta y seis rosas rojas,

sesenta y seis veces sesenta y seis

te quieros y no se vivir sin ti.

El destino, caprichoso e incierto siempre,

quiso que el gavilán y la paloma se reencontrasen

El gavilán con el plumaje ajado,

la paloma blanca y hermosa como siempre,

como  la recordaba el viejo gavilán.

Lo que eran rescoldos sin futuro

se convirtieron en llamarada eterna,

un fuego que arde sin quemar

un sueño que se hace realidad.

Ni el tiempo ni la distancia

consiguen detener el fuego,

las llamas cada vez

con más fuerza arden.

El gavilán, otrora saltimbanqui,

dejó de volar a ciegas,

encontró a su paloma blanca,

se atusó las pocas plumas

y cayó rendido ante ella.

Solo quiero que me quieras

y me cures, le dijo el gavilán al verla.

Te he amado siempre, zascandil,

y no te dejaré reemprender el vuelo,

la paloma blanca contestó .

Acariciando su pico con el suyo

El gavilán la atrajo hacia sí

y con sus escasas fuerzas la abrazó.

¡Oh mi hermosa paloma,

cuan afortunado soy!

Te querré y respetaré hasta la muerte,

te bañaré de amor cada mañana

y te acostaré haciéndote el amor.

Si esto que te digo no es cierto,

que la flecha del cazador

atraviese mi rendido corazón.

 

Stradivarius
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