Diego el Lenteja era cobrador del frac. Le llamaban así porque era redondo y pequeño como la legumbre. A pesar de ese tamaño, era una persona respetada en su profesión porque siempre lograba que los clientes pagaran —incluso en tiempos de crisis económica, cuando debía redoblar los esfuerzos ya que el número de morosos aumentaba—, aunque para ello a veces utilizara métodos poco ortodoxos. Tanto sus compañeros de oficio como su jefe le tenían en gran consideración.

Un día su superior le encargó que recuperara el dinero que un tipo le debía hacía tiempo. Le alargó una foto por el reverso. El Lenteja leyó el nombre. Su hermano se llamaba igual, qué coincidencia. La giró. Con la foto entre las manos temblorosas, salió del despacho.