Te encontré...
- publicado el 26/02/2014
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Carta al señor
Querido Dios.
Te escribo para preguntarte por qué no haces caso de los rezos de mamá y míos. Sé que tienes que estar muy ocupado, pero no pedimos mucho, solo un poco de tu atención. He pensado que, como regalo de mi sexto cumpleaños podrías leer esta carta, para mí sería muy importante.
Mamá no deja de llorar por las noches, creo que está triste porque mi nuevo papá juega muy a menudo a las peleas y a veces se le escapa la fuerza y le hace daño, como cuando Nicolás y yo jugamos en el patio y el me retuerce el brazo. Además, nuestro nuevo papá hace mucho ruido por las noches y me cuesta dormir, ya que siempre se le cae algún vaso o arrastra las mesas del comedor. También me gustaría que me explicaras por qué muchas veces mamá tiene que ir al médico a decir que se ha caído por las escaleras.
En realidad estoy bastante triste desde que mi nuevo papá llegó, ya que no me hizo ningún regalo de cumpleaños, ni siquiera uno. Pues vaya un cumpleaños, digo yo. Echo de menos a mi otro papá, lástima que te lo tuvieras que llevar Dios; ¿por qué te lo llevaste?
Estoy cansado de oír a mamá llorar y de tomarse esas pastillas para poder dormir, y harto de que mi nuevo papá no me haga caso, ni me compre juguetes, ni me lleve al parque ni nada. He pensado Dios que quiero que te lleves a este papá y me traigas otro nuevo, que sea mejor que este, o por lo menos como el primero.
Bueno Dios, espero que leas mi carta, porque tengo que dejar de escribir. Tengo que buscar el cuchillo del jamón.
-Sargento, ¿Y dice que un niño de seis años ha organizado esta carnicería? – Comentó asombrado el agente Mendoza mientras sostenía el ensangrentado documento en sus manos.
-Ya lo creo Mendoza. En fin, llama a los forenses, nuestro trabajo aquí ha terminado.-
El sargento se quedó callado un instante y al final añadió: – Un hijo de puta menos.-
El Sargento Uceda se frotó la calva y echó un último vistazo a la habitación donde estaba el cadáver, y luego pasó por el comedor, donde una mujer llorando sostenía en brazos a su hijo, que la abrazaba sonriente, con una expresión que reflejaba que todo iba a ir bien a partir de entonces.
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En la tercera línea: «sólo un poco de tu atención», «sólo» lleva tilde, por significar solamente, y no soledad.
En la quinta línea: «creo que está triste», «está» también lleva tilde.
Y no estoy al cien por cien seguro, pero creo que «preguntarte porqué no haces caso», «porqué» iría junto y no separado, al ser una cuestión indirecta.
En la línea 12: después del punto y coma no va mayúscula.
En la tercera línea empezando por el final, y esto sí que me duele: «la habitación donde SE estaba el cadaver» (!!!)
Y tampoco estoy al cien por cien seguro, porque todos los madrileños pecamos de laísmo, pero te diría que, en la segunda línea por el final: «que LE abrazaba sonriente».
Por lo demás, me he leído el relato y me parece cojonudo, sobretodo el final. Muy bueno.
Con este relato se confirma que me encantan tus relatos. Eres un digno rival al que superar 😉
Lo de «Se estaba» era claramanete una errata de escritura, no una falta de ortografía. Me gusta Yizeh que te tomes tan en serio los relatos, así sé que cuando escriba uno lo analizarás de cabo a rabo 🙂
Tomate una pastilla para el dolor 😉
Impresionante
A mi personalmente me han gustado mas los anteriores… sin kitarle merito a este, que me recuerda quizas en cierta medida a los relatos «lascivos»…
Te criticaria el hecho de que me parece mas un diario que una carta,… salvo por el kerido habla de una manera un tanto extraña y se despide como si de un «anotadias» se tratara.
También te diria que me explicases (y esto no es critica, sino simple curiosidad) porque es más relevante el hecho de que el sargento sea calvo, que algunos aspectos de su personalidad como dejas entrever en el hecho de que considere al maltratador como un «hijo de puta más»,…
A mi no me ha dado la sensación de ser un diario. Simplemente comenta su situación: la actual y la de un tiempo mejor (con su antiguo padre).
Una niña de un país muy pobre que sobrevivía prostituyéndose le pregunto al Papa, el cual estaba de visita en aquel país:
– Santo Padre, ¿porque tenemos que sufrir tanto los niños?
– No tengo respuesta _respondió el Papa abrazándola con lágrimas en los ojos.