¡Necesito algo más que un salario, hombre!

-¿Ha terminado? -Kham bien vestido, con traje y corbata al mas estilo puritano, escupió las palabras, sin ganas de discutir.

-Lo he dejado bien claro -con un tono orgulloso de haber plantado sus ideales a su jefe, el empleado vestido con uniforme azul con el logotipo de la gran corporación, cogió confianza.

-El ascenso que pide, no es posible ahora mismo, quizás con el tiempo… -por su parte, ya estaba resuelto. Por supuesto que ese aumento era posible, pero hablamos de poder, y en estos términos dar un poco de libertad al subordinado podría suponer un riesgo. Se debe mantener una postura firme y poner cada eslabón en su sitio. Pensar fríamente era crucial. El único problema es ¿cuándo se deja de pensar con frialdad?- Gracias, cierre la puerta al salir.

-¿No me escuchó?, Necesito ese dinero… -el pobre empleado de pelo rizado, perdió toda impetud del inicio.

-Usted es un buen trabajador de la corporación, nunca dio problemas; siga así y algún día encontrará su ascenso -se excusó Kham.

¡Qué difícil es espantar a las moscas! Solo deseaba quitarse al hombre de su vista, que desapareciera y no volverlo a ver mas. Tenía en que pensar, pues nada mas terminar con el papeleo, tendría que reunirse con su propio superior.

-No, no puede hacerme esto, debe darme ese aumento- el hombre empezó ha perder los nervios de una forma muy peligrosa, se podía ver la amenaza a la vuelta de la esquina, esperando la muy puta. Kham empezaba a sentirse incomodo, pensando dónde cojones tendría un arma guardada-. Soy buen trabajador, hago todo lo que me dicen con rapidez, tiene que creerme. Compruebelo. Por favor…

El hombre se acercaba a la mesa con un paso vacilante. Cuando más cerca estaba, más nervioso se ponía. El sudor corría por su frente deslizándose por su mejilla, hasta perderse en su barba.

-Estamos al límite en la empresa, no podemos hacer lo que nos pide -claro que Kham mentía.

Había suficiente dinero como para mantener a cien personas como él, las que viven con todo el lujo que se puede desear. El único problema aquí era la manía que tienen los peces gordos de trabajar con personal de bajo nivel, que necesite lo mínimo para subsistir. Así la empresa ahorra en personal. Cuando un empleado se levantaba para pedir un aumento o quizás un sueldo considerable se le trataba como personal peligroso. No es bueno cruzar el umbral.

-Sé perfectamente que eso es ¡MENTIRA! -el hombre de rizos golpeó la mesa con violencia. Kham sabía que pronto las palabras se las llevaría el viento- se le nota en la cara que miente…

-Señor abandone mi despacho -la voz de Kham sonó temblorosa.

El ambiente se calentaba. No queria hacer nada que comprometiera su imagen dentro y fuera de la empresa. Aún observaba al loco empleado buscando un arma. La pregunta era ¿Se atrevería a agredir, o incluso matar, a su propio jefe?  

-Está visto que no pensamos igual -sus ojos delataban intenciones metiendo su mano bajo la bata buscaba algo -mire que ha hecho con mi vida -el empleado sacó de un bolsillo una hoja de un conocido banco, donde un gran sello rezaba ‘EMBARGO’.

Kham, aliviado, bajó la guardia. Por un momento pensó en lo peor.

-Señor, trabaje duro y conseguirá su aumento -Kham sólo quería estar solo. Podría decir cualquier cosa para que el empleado se retirara. Por supuesto no habría aumento nunca, y se encargaría de que estuviera en la calle lo antes posible. Después del susto este empleado era un código rojo dentro de los códigos rojos.

-¿Lo conseguiré pronto verdad? -dijo en tono lastimoso.

-Sólo si es un buen empleado, como hasta ahora -la sonrisa falsa de Kham se había convertido en su escudo. Cada vez la utilizaba con más frecuencia. Su mujer la tiene aborrecida.

-Sí claro…, todo a su tiempo -Kham estaba aliviado. Estaba consiguiendo, por fin, echar a aquel tipo de su despacho. Lo perseguía de cerca, sólo para poder echar el cerrojo electrónico nada más saliera de la habitación.

-Veo que usted no tiene remedio… -dijo el hombre deteniendose en el marco de la puerta. Sacó un arma y apuntó a la cabeza.

Kham no lo podía creer, sólo quedaban unos pasos para que el hombre se hubiera marchado para siempre, pero el empleado de rizos, mostró el arma, apuntó con precisión, y dijo:

-¿Ahora quien tiene el poder. Ahora quién decide sobre mí o sobre usted? -El gatillo fue apretado con fuerza.

Un cuerpo se desplomó en el despacho.


Kham, cubierto de sangre, quedó paralizado. ¿Quién tiene el poder sobre los otros? ¿Quien decide quien es mejor? ¿Quien es capaz decidir el destino de los demás?

-¿Qué ha pasado aquí? – dijo un hombre de color, vestido con un uniforme de seguridad que entró al oír el disparo. Miraba fijamente a Kham, pero este estaba perdido en su subconsciente. En el suelo, el hombre de rizos yacía muerto con una herida de bala en la cabeza.

-Yo… -Kham susurraba mientras pasaba por encima del cadáver camino al aseo de la planta -¡Soy yo, joder! -gritaba -¡Yo tengo el poder!

El guardia no entendía nada, aunque bien mirado sólo era un empleado que solo debía hacer su trabajo sin preguntas.

Víctor Manuel Sala.

3 Comentarios

  1. newowen dice:

    Me ha gustado como construyes los dialogos, el hilo de ideas…:)

  2. Anónimo dice:

    Muy bueno. Atrapas la atención y está bien escrito. El final es un golpe de efecto, porque lógicamente esperas que kham acabe fiambre.

    😀

  3. Zilniya dice:

    Sí, el final es contundente, y la historia da mucho qué pensar, me ha gustado. Eso sí, esas tildes… XD

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