Viajero fortuito
- publicado el 18/08/2008
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Tres minutos y cuarenta segundos
El avión dio vueltas en círculos en la negra noche. La lluvia caía desde las entrañas del mismo cielo. Desde lo alto, la ciudad era una miniatura. David podía sentir el calor de todas las luces que brillaban abajo, como si de una colmena gigante se tratara de pequeñas abejas que ayudaban a destruir el medio. Sabía que los viajes de negocios no eran divertidos. Tras a su asiento de lujo había un sofá donde una pareja disfrutaba de una copa, reía y se cortejaba. Para él todo era más serio; su maleta, que se encontraba arropada en sus rodillas, era el único espacio que debía proteger. Sabía que aquellos viajes era muy importantes en su carrera en la empresa, pues si perdía alguno peligraba su puesto. Aún así tenía contactos en la empresa que solventaran sus pequeños errores.
Con una sensación de mareo, David, fue al pequeño aseo que hay en el fondo del avión. Echó el seguro y tras lavarse la cara, se pasó las manos por el pelo. Sabía que estaba empezando a afectarle las repetidas vueltas del avión sobre el cielo de la pista. Apostó mal cuando pensó en no echarse las pastillas contra los nervios; quizás aún sigan en el cajón de la mesita de noche de aquel hotel de Barcelona. En el reflejo de su cara, podía ver el estrés en sus ojos, esto no era bueno. Tanto trabajo, siempre de viaje, ha perdido el origen de todo, siempre de negocios.
Pronto notó que algo andaba mal. Algo había cambiado. Tenía una sensación extraña en el estomago. Podía oír con claridad su respiración acelerada, su mano acariciando su rostro frente al espejo.
-El motor se ha detenido… -dijo David para si mismo.
Cayó en la cuenta de que ningún ruido se advertía, y hasta aquel momento el motor producía un ronroneo martilleante por todo el avión. Una subida de tensión en su cuerpo vino acompañada de un mareo y nauseas. Se desplazó hasta la puerta y la pudo abrir con la sorpresa de que el cerrojo ya no estaba echado.
La sorpresa ya fue desorbitada cuando al llegar al compartimento de pasajeros no encontró a nadie. Los lugares donde antes había una pareja, un guardia de seguridad y su asesor, estaban vacíos. Las salidas estaban intactas, ¿Por dónde habrían salido? La cabina del piloto estaba también vacía, pero inexplicablemente el avión se mantenía en el aire.
Torpemente, intentó asomarse por la ventanilla de su asiento. Un gran cúmulo de nervios se agolpaban en su estomago, ahora sí necesitaba desesperadamente aquellas malditas pastillas. La acción de asomarse fue rápidamente interrumpida por un intenso mareo que provocó una caída hacia un hueco entre asientos.
–¿Qué cojones me pasa? -pensó, algo en él andaba mal, perdía fuerzas a cada segundo que pasaba. Sentía que su cuerpo estuviera desvaneciéndose.
-Te queda poco tiempo, lo siento por ti -una sombra emergió de detrás de los asientos. Su rostro estaba oculto por la oscuridad pero su voz delataba avanzada edad.
-¿Dónde están lo demás? Eres el tipo de contabilidad, ¿verdad?
-Me temo que no… -dijo la figura recta mientras miraba a través de una de las ventanillas de las butacas del otro extremo del avión-. Tus compañeros, creo que han seguido su marcha.
-¿Qué me esta diciendo? -empezaba a sentir su cabeza como si quisiera subir. Subir en el aire.
-Está en el pasado amigo -vaciló durante un instante -, para ser exactos tres minutos y cuarenta segundos.
-Eso es ridículo -empezaba a sudar por todo el cuerpo, sus palabras salían de su boca atropelladas -…hace tres minutos y cuarenta segundo estaba sentado aquí esperando aterrizar.
-No, eso ya pasó; pues sepa que el pasado que pasa tiene que dejar de existir, y el futuro que tiene que venir tiene que crearse.
-¿Y las demás personas?
-En el presente.
-¿Y el avión está en el pasado? -sabía que nada tenía coherencia, pero la conversación era su única prueba de que estaba vivo. El malestar se generalizaba. El sudor empapaba todo su cuerpo, empezó a sentir ardor en su interior y la respiración se hizo dificultosa, como si el oxigeno escaseara.
-Si, en parte, pues es un objeto permanente. El problema esta en que no puede existir en los tres tiempos: pasado, futuro y presente, por este motivo el pasado lo elimina poco a poco.
-¿Yo soy un objeto permanente?
-No, claro que no, ha habido un error. Cosas que ocurren. ¿Ve la copa que está sobre la mesa? -el misterioso hombre hizo una indicación con el cuello – Ahora esta vacía ¿Verdad? Al igual que el resto de personas, la bebida que contenía ha seguido su curso temporal, pero no la copa.
-¿Qué me quiere decir con eso?
-Que el pasado no debe existir pues ya es tiempo pasado.
-¿Voy a ser eliminado?
-Estas en el pasado, ¿No?
David intentó secarse el sudor de su frente, pero no pudo pues no tenía brazo que poder mover. Poco a poco su ropa y su cuerpo desaparecían ante sus ojos. Estaba lo suficiente mareado y debilitado como para no asustarse. Estaba a gusto, no se sentía mal, bueno… en pocos segundos no le quedaría nada por sentir…
Víctor Manuel Sala.
- ¡Haz qué se callen! 5º - 25/06/2009
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Me gusta me gusta.Tus relatos están bien escritos, son entretenidos y te hacen pensar.¿Qué más se puede pedir?
Gente que los lea y le guste, como a ti. Gracias por leerlo.
Muy interesante, sientes la misma conmoción que el personaje cuando se va dando cuenta de lo que le está sucediendo.
Eso sí, hay unas faltillas que deberías pulir: «Tras a su asiento» (Tras su asiento), «David, fue al» (sobra la coma) y algunas palabras sin la tilde que toca. Si alguien tiene dudas, he colgado para todo el que quiera un manual de ortografía en http://ecologismoliterario.wordpress.com/2009/04/30/expresion-re-escrita-normas-basicas-de-ortografia/
Espero que sea de ayuda ^^
lo escribí hace mucho, luego lo reviso
gracias por las correcciones
Da cosa meterse en la piel del protagonista, pero está muy bien 😉