-¿Qué tal el caso de la mujer asesinada?- Carlos Rodriguez era un policía joven, bastante joven para ser encargado de este tipo de casos, y Juan, mientra le hacía esta pregunta, no podía evitar pensarlo.

-Ha sido su ex-marido, no hay duda.

-¿Aún insistes en esa teoría? No tienes pruebas, y el detector de mentiras ya ha negado esa posibilidad.

-No sería el pimero que supera esa prueba siendo culpable, y además sí tengo pruebas.

-No son pruebas- Juan negaba con la cabeza- La sangre en su cuerpo es normal: cuando los de la ambulancia llegaron, se negaba a dejar de abrazar el cuerpo de su mujer; las huellas en el cuchillo no son extrañas, dado que fue él quien se lo extrajo del pecho, y no lo soltó hasta que llegamos nosotros.

-Ya… ¿Y por qué es tan parecido al resto de los cuchillo de su casa?

-Carlos… ¡ Hay mil personas con esos cuchillos en todo Madrid!

-No sé,… Bueno, de todas formas hoy he quedado en ir a verle, dice que tiene que enseñarme algo interesante e importante para el caso.

————————

Jaime sostenía una hoja en sus manos y, mientras un cigarro se consumia lentamente en sus labios, no dejaba de darla vueltas entre sus dedos.

Llamaron al timbre.

Tiró el cigarro y fue a abrir.

Era el policía.

-¿Y bien, qué era eso tan importante?

Jaime le tendió la carta.

Carlos la abrió y comenzó a leerla, mientras en su cara iba creciendo una expresión de sorpresa.

————————–

Mi vida, mi amor… Me voy, y no pienso volver, no me llames, no vengas a buscarme, pues no responderé.

Me voy al piso que compartía con Ana antes de casarme contigo.

Hay otra persona, se llama Mike y me hace sentir que me necesita. Que sin mí, su vida no tendría sentido… Lo siento, pero me es imposible engañarte, así que prefiero acabar con esto… ya.

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