Rima III

Pasas,
rozándome.
Y en tus aires,
de dulce fémina,
de escala mágica,
de nota suave,
de sedosa palabra,
llevas el alma,
esa que tanto me gusta,
esa de la que nadie
se adueña,
esa que es tuya,
y de ninguna otra.

Y la vuelves voz,
para decirme
«Recógeme».
Y yo,
vasallo fiel,
ardiente servidor,
te recogo,
te resguardo,
y caigo en tu tentación
de hacerte mía,
una noche más,
entre luces oscuras,
y el brillo de tus sombras.

Me llevas lejos;
los pies no pisan,
no sienten suelo.
Se van,
volando,
quién sabe cómo,
a ti.

Y el más esperado tesoro,
que guardas,
celosa,
casi con pánico,
me lo muestras,
para quitármelo,
y dejarme
sin aliento,
otra vez,
en pleno mes de marzo.

Me dices: «Déjame»
«Otro me llama»
Pienso,
que ese otro,
afortunado,
mortal,
caerá,
en ti,
cuerpo perfecto,
materia gris,
invisible en esencia.

Y sé,
que aún maldiciéndote,
ayer, hoy, mañana,
te querré encontrar siempre.
En mis noches,
callada,
susurrante,
cortante,
reconocible contorno,
voluptuoso,
placer para mis yemas.

Descanso para mi alma torturada.

Adrián Abeal Adham

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