El espejo del presente
- publicado el 20/01/2014
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EL TRATO
EL TRATO
A Alexis, quien me inspiró y me animó…
¡No!. ¡No, puede ser el momento todavía!. ¡Eso no era lo acordado!. Su pensamiento posado, sin darse cuenta en un punto lejano, levantó el vuelo, al tiempo que ella cruzaba corriendo hacia su amiga y mientras el semáforo en ámbar le regalaba un guiño. – ¡Nena, qué estás en Babia! – le dije, sonriendo para no asustarla. – Babia…Babia es una comarca de León y yo donde me encuentro desde hace meses es en una de las esquinas de las calles empedradas del Húmedo – puntualizó para sí con cierta sorna. Si, oí tu pensamiento, pude leerlo en tus ojos anhelantes…debí haberte dicho algo, pero ambas sabíamos que no influiría en nada en la consecución de tu propósito.
Quizá por una ignorancia disfrazada de misticismo, ella siempre había creído en la perfecta hilatura de la vida y en que todo ocurría por medio de una serie de casualidades y causalidades manejadas por un titiritero. Esa creencia hacía que se aferrara a todo aquello que le ocurría, no dejándolo escapar hasta que no sentía que había descubierto su razón de ser; de este modo, la cadena nunca se rompería.
La esquina…como si de una sinapsis se tratara desde el año 1994, el telar de su historia había ido tejiendo su existencia a partir de ésta; y, era ahora, cuando parecía que el hilo estaba próximo a romperse, dándole la sensación de que la tristeza no iba a permitirle seguir añadiendo eslabones.El orgullo, la magia y la incredulidad siempre se dibujaban en su cara cuando hablaba de la forma en que los momentos mas importantes y la gente mas querida estaban entrelazados y construidos dentro de sus muros.
Ella…que era capaz de sentir las cosas como si sólo le quedara ese momento, desde pequeña…un día tras otro. Cuando apareció, esa capacidad se encontraba curiosamente aletargada en el sueño profundo de un mar en calma; el despertar fue a resultar tan intenso que la atrapó en una tela de araña, quedando a merced de todos y cada uno de los instantes que iban estallando su trabajado sosiego. La embriaguez era tal que a veces le era imposible pensar en otro lugar, en otro alguien…
Ella…que no creía en los príncipes azules que llegan rescatándote en caballos blancos, pero que si lo hacía en las grandes pasiones de los fotogramas en blanco y negro, y, aunque el nexo común de todas ellas es casi siempre la tragedia, parecía estar en búsqueda constante de la luz que sólo brota de los grandes instantes.
Cuando apareció… ya lo he referido, si, pero es tan importante…porque de ahí partieron todas y cada una de las ramificaciones que condujeron a que hoy, su amiga hacia la que cruzó aquel día aquella calle apresurádamente,la busqué en los recuerdos. Cuando apareció…- ese punto me taladra la cabeza, al igual que, estoy segura, debió taladrar la suya- el deseo, ese que es profundo que es oscuro y profundo, se convirtió en el motor de su aliento, provocando, en lo que dura un chasquido, que le diera la espalda al miedo a dejar salir a la superficie un otro yo que la iba alejando de la orilla donde permanecemos la mayoría.
El aliento…el combustible que la movía, con el que se despertaba, con el que se dormía…se tornaba en una esperanza férrea, imbatible e inmutable, que peleaba contra ella y contra el resto que llegamos a implorarla que apagara la vela que guiaba sus pasos. Pero nunca soplaría…
Tiempo después el titiritero abriría la ventana y el aire la apagaría por ella y mientras él le haría la pregunta que comenzaría a tejer la historia de toda una vida por delante – ¿Por qué la salvas?- y ella, alzaría los ojos hacia los suyos y le respondería – porque si lo hago,siempre habrá una parte de mi que siga contemplando tu mirada-.
El trato estaba zanjado, el intercambio se había producido..lo cuento cruzando aquella misma calle, llevando a su pequeña ella de la mano, la que fue salvada…mientras el mismo semáforo me sonríe…
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Tal vez el fin ultimo de que tu meñique y el mío estén unidos por un hilo y,que gracias a ello, hayamos llegado a tocarnos y a conocernos radique en el nacimiento de estas líneas y en su necesidad de que alguien las trazara…Porque yo tengo una parte de «ella» y tu, tienes una parte de «el».