Yo

10 de diciembre 2014

Anne L. Rickards

Peso: 42 kg.

Altura: 1’60

I.M.C: 18… apróximadamente.

 

Esta extraña introducción parece sacado del Diario de Bridge Jones con una versión un tanto oscura ¿Verdad? Salvo porque omito lo de los cigarros (porque no fumo) y el consumo de alcohol (porque no puedo) y por el detalle más característico; la información sobre mi índice de masa corporal muy inferior e insana que manifiesta mi cuerpo. Ya sé que no habéis entendido muy bien a donde quiero llegar pero debo apuntar estos tediosos datos en cada introducción de las páginas de este diario en el que también apuntaré lo siguiente.

Desayuno.

Hora: 06:30

1 vaso de zumo de naranja

1 vaso de leche desnatada.

1 tostada con mermelada de fresa light.

¿A quién escribo? ¿A quién va dirigido esto? Seguramente a algún vagabundo que al rebuscar entre la basura encuentre esta libreta de la que no me molesto en decorar porque la pienso tirar en cuanto la termine si es que Mari Carmen no la quiere para ella. Bueno ¿Y para qué la querría la muy morbosa? Buff… Alia tarda muchísimo en el baño y yo ya me estoy empezando a poner histérica ¿Por qué tardará tanto en plancharse un pelo que es más liso que un folio del chino? Ay Dios… esto me huele a que voy a tener un día movidito.

 

 

10:30

No sé si te ha llegado a pasar que cuando estas en una clase que no te interesa o te aburre piensas o recuerdas en lo que hiciste el fin de semana pasado o en lo que harás en el que viene, en quién verás o que le contarás al que veas en el descanso, o deseando que llegue esa media hora para deborar el bocadillo especial de la cafetería, tomar el cortadito o el leche y leche, salir a fumar un cigarro, ver a la persona que te gusta aunque sea de pasada… Pues bien, yo no.  Cuando me olía a que iba a ser un día movidito era porque estoy en uno de esos días, en uno de esos días de trance donde una Yo corre por un sendero de chocolate, con árboles de piruletas y caen copos de donuts…  Respira hondo, intenta concentrarte en la historia sobre el collar de Ana Bolena aunque a nadie, salvo a tres frikis restauradores ingleses le interese eso… recuerda lo que te dijo Manol… respirar hondo, pensar antes de actúar en lo siguiente.

¿A qué me lleva estos impulsos?

¿Qué haré después de lo que deseo hacer?

¿Qué ganaré con ello?

Y recuerda Anne… recuerda los mandamientos… no te autocompadezcas, no te autoengañes… Dios ¡Que locura!

Salgo del aula con la excusa de que necesito ir al baño porque es así… La sensación de pensar, de ahogarme hacen que crezcan mis naúseas y eche todo esta mierda que me corroe por dentro.

Corro por el solitario pasillo y el aire que corre me trae las voces de los profesores y los alumnos y desaparecen cuando entro en el baño, cuando me arrodillo y expulso toda esta desesperación, todos estos recuerdos, todos estos sentimientos de ira, fustración… Pero cuando tiro de la cadena… no se han ido, aquellos recuerdos donde creí vivir un sueño, una ilusión para saber que todo era una patética mentira…

–          Querida, a mí me llega a pasar eso y me río – me dijo mi abuela cuando se enteró de lo ocurrido.

–          Ríe por no llorar – estalló en risas mi amiga Coral dándome un amistoso codazo.

–          Son unos gilipollas – dijo entonces Dandre encogiéndose de hombros.

“Ríe por no llorar”, si esa sería buena idea. Sí, son unos gilipollas ¿Y qué? ¿De qué me sirve eso? Sé que si no fuera por todo esto, viviría feliz pensando que soy mejor que todos ellos. Pero no lo soy y no entiendo por qué mi felicidad depende de su existencia.

La campana suena. Llega el esperado descanso… y como si fuera una bendición mi paraíso de piruletas y grasas saturadas ha desaparecido pero ha dado paso a un estado emo-depresivo del que creo que me obligará a llegar a casa y enterrarme bajo la colcha de mi cama.

Pero entonces mi corazón se detiene. Unos ojos tan claros como un cielo despejado están clavados en los míos. De repente algo rojo tiñe la situación y me devuelve a la realidad. Se trata de un chico corpulento y de pelo castaño que me observa con una servilleta, manchada de lo que parece ser sangre, tapándose la nariz. ¿Por qué esta aquí?

–          ¿Qué haces en el baño de tíos? – me leyó la mente.

Vaya… Estaba tan histérica que acabé aquí… me estoy dando cuenta al ver dos amarillentos urinarios… O sea, que he vomitado donde depositan sus eces los chicos de la escuela… Sí es que lo hacen y espero quedarme con esa esperanza sin duda. Volví a mirar al chico, que aún me observaba con atención y yo me había quedado sin habla… ¿Habrá escuchado la “orquesta” que había compuesto cinco minutos atrás?

–          Yo… yo no me encontraba muy bien. – solo supe decir eso.

Él no contestó. Tan solo se limitaba a mirarme y yo ya estaba empezando a sentirme incómoda. Bajé la mirada y salí disparada de ahí hacía el aula donde había dejado mis cosas y la merienda: una manzana y un yogur.

Pero eso no lo iba a anotar. No me sentía con fuerzas de llenar algo que no sentía.

Azur
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  • Yo - 31/08/2012

2 Comentarios

  1. khajine dice:

    La estructura es buena, agitada (como supongo que pretendías), aunque has de prestar más atención a la puntuación (creo que faltan algunas comas que hacen que a veces haya que leer una frase dos veces para elegir el sentido correcto).

    Me ha gustado pero no puedo evitar decirlo… ¡18 es un IMC sano para una adolescente! Ay, qué a gusto me he quedado. Aunque quizá en este caso no porque la chica tiene claros desórdenes alimenticios.

  2. Yizeh dice:

    Escribes con corrección y sobriedad, y eso me gusta. Quizás el tema, a falta de ver muchos más capítulos, parezca algo manido, incluso típico, pero no me aventuraré a opinar mucho más hasta leer los siguientes relatos.
    En conclusión, me reservo opiniones más extensas o profundas hasta leer más, pero de momento apunta bien. Me gusta 🙂

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