Misión arqueológica (Parte I)
- publicado el 25/05/2017
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Retorno al pasado
Encerrado en esa cápsula espacial, perseguido por una infinidad de sensaciones de estupor y ya sin esperanza, estaba aguardando la muerte. Esa triste revelación, signada en el fracaso de su misión, le había despertado esa desazón que golpeaba con insistencia su cerebro. Sin embargo, todo había sido ejecutado de acuerdo a lo programado y las respuestas a las causas que ocasionaron ese desplazamiento temporal, le resultaban ahora imposibles de dilucidar.
Todo aquel experimento surgió en su mente, cuando la comunidad científica mundial decidió iniciar un emprendimiento tendiente a la realización de un viaje espacial hasta un planeta recién descubierto. Era similar a la tierra y giraba alrededor de la estrella 55Cancri ubicada en la vía láctea, a una distancia de cuarenta años luz del Sol.
El viaje lo habían planificado mediante la construcción de una gran estación habitable, que permitiera la subsistencia y reproducción humana durante ese largo trayecto. Su diseño debería ser adecuado como para lograr atravesar sin riesgos, una parte del abismo del espacio que se abría entre los soles.
Sin embargo, él era un científico que no estaba de acuerdo con ese proyecto, porque sus propios estudios lo llevaron a deducir que habían otros caminos diferentes para llegar hasta allí. Estaba convencido que existían atajos abiertos en el espacio, los que podrían ser fácilmente localizados en cualquier punto. Si de alguna manera los hallara, se proponía demostrar que el universo no tenía sólo cuatro dimensiones, sino muchas más.
Por tal motivo, él pensaba que existirían para llegar caminos muchísimos más cortos, en otras dimensiones que hasta ese entonces eran desconocidas. Consideraba que podrían aprovechar las vastas cuerdas de espacio-tiempo, que fluctuaban en el espacio al compás de determinadas variables, formando un inmenso entramado comunicacional.
Sin embargo, sus análisis y teorías sólo se sustentaban sobre principios de incertidumbre, dado que no habían sido demostrados físicamente y para certificarlo necesitaba constatarlo fehacientemente. Por ello, había tomado la decisión transgresora de efectuar un viaje experimental en forma subrepticia por la galaxia. Ese viaje lo tenía planeado en su mente desde hacía mucho tiempo.
Ninguno de los funcionarios encargados de la distribución de fondos para aquel gran proyecto del viaje sideral, sospechaban que sus verdaderas intenciones estaban dirigidas hacia ese objetivo. Para ellos sonaría como absurdo y por lo tanto, de plantear formalmente su realización, estaba completamente seguro que se opondrían.
Por ello, tuvo que desviar la atención en la realización del trabajo que le habían asignado en el proyecto, que consistía en el diseño de la pequeña cápsula acondicionada, destinada al descenso espacial en ese planeta desde la nave madre. Como eran muchas las tareas que se estaban encarando en ese emprendimiento y variadas las formas de trabajar, pensaba que en principio no despertaría ninguna sospecha de cual eran sus verdaderas intenciones.
Buscó por todos los medios que sus ayudantes no percibieran que la actividad que desarrollaba, no estaba de acorde exactamente con la tarea encomendada. Para evitar las preguntas que él no podría replicar con respuestas convincentes, decidió formar grupos separados de trabajos, para de esa manera, privarlos de la posibilidad de tener una visión global del experimento que pensaba realizar. Para ello, eligió personas hacendosas, pero sin iniciativa, a las que frecuentemente alababa para alentar la continuidad de sus comportamientos.
Cuando ya se acercaba la fecha de entrega de la cabina de descenso espacial a su cargo, comenzaron los trabajos de puesta a punto. Fue allí que se dedicó en cuerpo y alma a la concreción de aquella obsesión, que estaba siempre danzando en su mente.
Preparó un traje autónomo, dispuesto con todos los aditamentos necesarios para proteger su cuerpo de las condiciones adversas que le aguardaran. Le bastaría con disponer de oxígeno para una autonomía escasa de no más de dos horas, que estimaba más que suficiente para ese primer intento.
De ese modo, el grueso de su trabajo lo había encarado para que ese módulo de descenso, constituya en realidad una nave que se desplazara en una cuerda adimensional adecuada, para que sus moléculas virtuales lleguen a destino.
El viaje sería prácticamente inmediato, desde el momento en que procuraría un desfase nulo espacio-tiempo, pasando a otra dimensión del universo, independientemente de la distancia a recorrer. Debía considerar que en el momento de la transición molecular, por un instante, su cuerpo debería estar en un estado plásmico, que lógicamente impediría las conexiones neuronales ordenadas.
De esa manera, utilizaría esa pequeña cápsula que estaba situada dentro del mismo laboratorio, la que para todos sus ayudantes estaba destinada a constituir el módulo de descenso en el planeta desde la nave madre. No necesitaba de un sitio especial fuera del contexto del edificio, pues la transición física molecular de todo el conjunto se debería a otras normas físicas, ajenas a las condiciones exteriores.
Un cañón de rayos energéticos que había diseñado especialmente, distribuiría su potencia sobre toda la cabina por igual y luego la nave con todo lo que hubiese dentro se acoplaría a una cuerda de espacio- tiempo en otra dimensión del universo. De esa manera, lo conduciría en forma casi inmediata hasta la estrella, donde se había descubierto ese planeta. Al integrarse a una de esas cuerdas de enlace, entraría a una autopista intergaláctica, que seguramente ya eran aprovechadas por otras inteligencias para desplazarse entre las estrellas.
Por otra parte, el experimento le obligaba a permanecer en la cápsula en el sitio donde llegara, dado que desconocía las condiciones exteriores. Además, el oxígeno y la energía que disponía, sería sólo la necesaria para la ida y regreso, por lo que no debía desviarse para nada de su objetivo.
Esa misma noche, en la soledad del laboratorio su mente desterró toda indecisión, se puso el traje espacial especialmente diseñado y se introdujo en la cápsula. Cuando en el monitor de la computadora apareció la señal para avisarle que ya era el momento, alargó la mano, pulsó el teclado y comenzó la acción programada para viajar hasta el mismo corazón de la vía láctea.
Se activó el cañón de rayos energéticos y cuando la cápsula logró alcanzar una cuerda reticular en el espacio que se encontraba, su estructura molecular y su contenido se desintegró virtualmente. Por un instante perdió el sentido, desplazándose por una cuerda espacio-tiempo, tan lejos, como lejos puede estar el conocimiento humano.
La masa virtual de la nave llegó hasta la estrella en cuestión de minutos, posándose luego en ese planeta similar a la tierra, que era hacia donde había planificado su destino. Finalmente volvió a tomar conciencia de su vida cuando toda la estructura molecular de la nave fue reorganizada automáticamente. Se encontraba sobre una extensa llanura arbolada, cercada de redondeadas cumbres.
Suelo y roca parecían relucir en ese delicado atardecer, bajo una hermosa luz rosada, proveniente de la estrella que los alumbraba. La belleza del paisaje donde se encontraba, sublimó sus sentidos. Sin duda, ese planeta debía ser el equivalente natural de la tierra, atado por las caprichosas leyes físicas del universo y a una distancia inimaginable.
La cuasi-instantaneidad que él suponía, no había sido tal, pues este fabuloso viaje duró un lapso algo mayor que el previsto. Permaneció quieto admirando el lugar y atendiendo al mismo tiempo los indicadores de la nave, que le anunciaban el normal funcionamiento de todos los elementos.
De pronto vio a un pequeño y simpático ser de forma humanoide, que vino corriendo hasta la cápsula y lo observaba curioso y sorprendido tras unos enormes ojos oscuros. ÉL le obsequió una sonrisa, pero no había tiempo para más, porque debía irremediablemente encarar el camino del regreso.
Estaba sumamente orgulloso por ese triunfo y convencido que nadie podría dudar de la extraordinaria importancia de sus investigaciones. Había descubierto nada menos, que la manera de desplazarse en el cosmos a distancias inimaginables. Estaba convencido que sería reverenciado como uno de los científicos más importantes de la humanidad y seguramente le darían el Premio Novel de la Física, pensaba entusiasmado.
Activó nuevamente el cañón de rayos energéticos e inició rápidamente el viaje de retorno, a través de otro corredor espacio-tiempo, formado por las cuerdas del entramado espacial.
Pero al posarse en la tierra y volver a tomar conciencia de su vida, al reorganizarse automáticamente nuevamente la nave, fue que constató su terrible fracaso. El punto de llegada no era el mismo laboratorio de investigación, desde donde había partido.
Al observar el paisaje del lugar de la tierra donde había llegado, no lo podía creer y su memoria trataba de apartarlo de ese delirio en que estaba sumido, envuelto en una realidad tenebrosa y macabra.
Buscó en su mente la luz del discernimiento y al hacerla subir a la superficie, comprendió que ése sería nuestro planeta tal como era hace más de sesenta millones de años. Evidentemente debía ser así, porque su cápsula espacial estaba rodeada de numerosos dinosaurios, que lo miraban con ojos hambrientos y evidentemente, no tenía probabilidad alguna de escapar con vida de ella.
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¡Hola, Nestor! ¿No te animas a participar con este relato en el Concurso de Ciencia Ficción?
Hola Yizeh. Es que yo lo había publicado para presentarlo a ese concurso.
Saludos afectuosos
¡Ah! En ese caso tienes que ponerlo en la categoría «Concurso de Ciencia Ficción». Edítalo si quieres participar. ¡Suerte!