Sombras a plena luz

1

Es mediodía. Una niña de dos años se retuerce en un claro del bosque. Los mechones de pelo rubio se pegan a su cara y sus ojos, azules como el océano, se mueven desesperados en busca de ayuda. Se encuentra atada de pies y manos, y sus ajadas ropas están cubiertas de tierra. La luz del sol golpea su piel con fuerza desde hace ya más de una hora y un rubor rojizo empieza a aparecer en sus mejillas.

Anna, que tiempo atrás perdió a su único hijo de forma semejante, observa atenta desde los linderos del bosque. No piensa moverse, pues conoce las consecuencias de acercarse a la pequeña, aunque no puede evitar quedarse quieta, mirando. La sentencia de muerte sobre la niña está escrita, ahora solo queda saber cuántas vidas más se cobrarán los nécoros ese día.

En el otro extremo del claro, frente a Anna, la madre de la niña permanece oculta entre los árboles, intercambiando miradas de angustia con los demás miembros de su clan. Tiene el pelo dorado como todos sus parientes y su rostro, probablemente hermoso, está desdibujado por una mueca de terror. El terror que le produce comprender con certeza la inevitable muerte de su hija.

Anna les reconoce. Son del norte, una pequeña tribu humana con la que comercian a menudo. No suelen acercarse tanto a los territorios de caza del sur, pero aquel año ha sido diferente a los anteriores. Las criaturas del bosque se han llevado más ganado que otras veces y probablemente han hecho lo mismo en todas las tribus del territorio.

El grito de la madre sobresalta a Anna que, durante unos instantes, revive su propio alarido de dolor al recordar la muerte de su propio hijo en una situación muy similar. En aquella ocasión, Hegoi, su marido, le impidió saltar a por el pequeño… ¿cómo se llamaba?… no importa. Ahora, la desesperada mujer de cabellos dorados llora desconsolada y parece estar a punto de salir al claro… y caer en la trampa.

El llanto de la niña se convierte en sollozos y el bosque queda sumido en el silencio durante unos segundos… hasta que la madre no puede contenerse más. Sale corriendo hacia ella con los brazos extendidos y haciendo caso omiso de los gritos a su espalda. Dos hombres de su tribu, probablemente guerreros, movidos más por el instinto que por la razón, se lanzan en pos de ella, pensando que todavía disponen de tiempo para retenerla, pero ya es demasiado tarde.

Los oídos de Anna empiezan a percibir el débil pero inconfundible sonido de los nécoros al acercarse. Un agudo pitido que se clava en el cerebro, un pitido que, para los que ya lo han escuchado, representa la peor de las pesadillas. El paso de la muerte.

Tras recorrer veinte eternos metros, la madre se abalanza sobre su hija y le desata apresuradamente las extremidades. Los dos guerreros llegan a su lado y las ayudan a levantarse. El más corpulento coge a la pequeña en sus brazos. La niña empieza a llorar de nuevo, ha pasado mucho tiempo alejada de su madre y ahora lo único que desea es estar con ella. Las tres figuras emprenden la marcha hacia la espesura pero, a los pocos pasos, se detienen en seco.

Aunque Anna ya ha visto aparecer a los nécoros en otras ocasiones, no puede evitar quedarse completamente inmóvil, incapaz siquiera de tomar aliento. Intenta volverse. Conoce perfectamente la escena que va a presenciar y no desea permanecer allí. Desvía la mirada, combate contra su propio cuerpo, pero todo es inútil. Sus brazos y piernas permanecen estáticos y sus ojos se quedan fijos en las figuras que descienden en el claro desde el cielo. Intenta que su mente se evada, y se refugia en las oraciones-ley que sus padres y todas las generaciones anteriores a ella han aprendido bien. Sus labios las repiten, una tras otra, en un susurro casi imperceptible.

-En el principio hombres y mujeres éramos libres de andar por la tierra y de dominarla. Ciencia y arte, amor y fuerza corrían por nuestras venas. El mundo nos pertenecía. Hasta que llegaron los nécoros y con ellos las tres leyes que rigen nuestra vida. La primera ley dice: la luz es de ellos y la sombra es nuestra morada. La segunda ley dice: permanecer en la sombra es vivir. La tercera ley dice: salir a la luz es morir.

Mientras repite la letanía, el drama ante ella está a punto de tomar forma.

La piel plateada de los ocho nécoros refleja la luz del sol y difumina el contorno de sus enormes cuerpos que se alzan ante los paralizados humanos. No poseen una forma concreta. Son masas abstractas y voluminosas que fluctúan entre el estado sólido y gaseoso. Lo único mínimamente identificable en ellos es un apéndice, una especie de tentáculo, cuyo lugar de inserción en el cuerpo del nécoro es variable, pudiendo aparecer en un lateral, en la parte superior o la inferior. Al igual que Anna, la tribu que se encuentra frente a ella mantiene la mirada fija en el centro del claro. Aquel inevitable magnetismo que produce la presencia de los nécoros es una de las múltiples armas que les permite cazar humanos por doquier.

No emiten sonido alguno, solo aquel inquietante pitido. Sus movimientos son imperceptibles y cuando se posan en el suelo, aun sobre hojas resecas, no pueden escucharse ni estado junto a ellos. Pero lo que más llama la atención de Anna es que los nécoros carecen de sombra. Parece como si la luz del sol les traspasara. Tal vez esa es la razón por la que no pueden penetrar en la oscuridad. Necesitan de la luz del sol en todo momento.

Uno de los nécoros se acerca a los humanos. Primero al guerrero que tiene en sus brazos a la pequeña. Este permanece inmóvil, y no se inmuta cuando el nécoro le arranca a la niña de los brazos. La niña, igual que todos los demás, permanece en silencio y observando cómo la enorme criatura apoya su tentáculo sobre su pelo revuelto.

A continuación, otros tres nécoros ponen sus respectivos apéndices sobre las cabezas de los dos hombres y de la desdichada madre. Sus deformes cuerpos empiezan a emitir más y más brillo, y esa luz penetra en la niña y los otros tres humanos.

Presa del pánico, aunque sin poder hacer más que mirar, Anna observa horrorizada cómo los cuatro cuerpos se funden y se transforman poco a poco en un líquido viscoso y brillante que se esparce por la hierba verde. Las víctimas se mantienen en silencio, pero Anna es capaz de leer en sus ojos la terrible agonía que sufren por el macabro proceso. Al cabo de un minuto, los dos hombres, la madre y la hija han dejan de existir. Los nécoros alargan sus tentáculos y comienzan a absorber la sustancia brillante en la que se han transformado sus cuatro presas. Así es como se alimentan.

A continuación, tras el banquete, los ocho nécoros se elevan para desaparecer entre las nubes, en dirección al este, huyendo como siempre de la noche y permaneciendo eternamente bajo la luz del sol.

Anna siente que el hechizo se esfuma y vuelve ser capaz de moverse voluntariamente. Temblorosa, tanto por lo vivido como por lo recordado de su pasado, dirige una última mirada al centro del claro.

-La luz no es nuestra –se dice a sí misma– la luz es la muerte.

Vuelve su rostro y empieza el regreso a casa, maldiciendo en su interior el momento del pasado en que los nécoros sometieron a los hombres.

2

Los dedos de Josu Leiva volaban sobre el teclado virtual que se proyectaba sobre su mesa. Los últimos días habían sido una mezcla de frenéticas revisiones de datos, reuniones e informes de última hora. Hoy era el día en que el futuro de la humanidad se viviría en el presente. Y lo iba a hacer de forma literal.

Tras terminar el informe, Josu se dirigió a la sala de prensa, intentando mantenerse sereno en el momento en que cientos de flashes de cámaras le asaltaron. A continuación, sin perder un segundo, comenzó el relato que había ido elaborando durante los últimos días, un relato que debía ser entendido por todos y, cuando Josu pensaba en todos, se refería a los nueve mil millones de personas del mundo.

-El proyecto bautizado como Euskal-Cronos, empezó hace poco más de doce años, en el año 2023, cuando yo, y un reducido grupo de científicos vascos empezamos a bromear con una serie de nuevas pero ingeniosas ideas de entender el universo, de la posibilidad de viajar en el tiempo o de la existencia de otros universos. Pronto nos dimos cuenta de que debíamos cambiar la premisa de nuestras ideas. No debíamos pensar en cómo viajar en el tiempo o entre los universos, sino en cómo debía ser el universo para que estos viajes fueran posibles. Tras llegar a esa conclusión, empezamos a lanzar ideas disparatadas, teorías infundadas y, en muchas ocasiones, cómicas. Al cabo de unos meses, Iker Arteiz, posiblemente el físico teórico más excepcional que haya existido, apareció en la sala de reuniones con una apasionante teoría que hoy les explicaré. Esta teoría fue la base de todo lo que hemos descubierto y es la génesis del apasionante viaje que tras esta charla iniciaremos.

Josu se detuvo unos segundos. La sala se mantenía expectante, en silencio.

-Imaginen una bolsa de pan de molde llena de rebanadas –se escucharon algunos murmullos y en los rostros de varios periodistas se dibujó una sonrisa, pero Josu mantuvo el tono serio–. Escuchen, voy a explicarles a ustedes y al resto del mundo una teoría extremadamente complicada así que hagan el favor de imaginar una simple bolsa de pan de molde. ¿Ya la tienen en su mente? –toda la asamblea asintió en un movimiento que pareció ensayado–. Muy bien. Ahora, mentalmente, cojan una pequeña barra de hierro y atraviesen la bolsa, de forma que la barra de hierro pase por el centro de todas las rebanadas. El resultado sería una especie de pincho de bolsa de pan de molde. ¿Comprendido? –de nuevo la asamblea asintió–. Perfecto. Ahora imaginen que las rebanadas de pan son redondas. Además, son más pequeñas en los dos extremos y más grandes en el centro. Eso confiere a nuestro objeto una forma similar a un melón o a un balón de rugby –Josu se detuvo unos segundos–. A esta bolsa de pan de molde, con forma de balón de rugby y atravesada por una barra de hierro vamos a llamarla Universo Cero. Vamos a complicarlo un poco más. Imaginen que la barra de hierro y el plástico de la bolsa dejan de ser hierro y plástico y se transforman en energía. Tendríamos pues, un montón de rebanadas de pan envueltas en energía y atravesadas por un rayo de energía. La energía de este curioso Universo Cero fluye de forma que se mueve de un extremo del rayo, extremo que llamaremos Extremo Inicial, hasta el otro extremo, que llamaremos Extremo Final. Prosigamos. Cuando la energía llega al Extremo Final, es decir, cuando sale de las rebanadas, empieza su viaje de retorno al Extremo Inicial, pero lo hace a través de la capa de energía que envuelve a las rebanadas. A esta capa de energía que envuelve a las rebanadas le llamaremos Flujo de Retorno. De esta forma la energía está continuamente fluyendo, del Extremo Inicial al Extremo Final por el centro de las rebanadas y del Extremo Final al Extremo Inicial por el Flujo de Retorno, alrededor de las rebanadas.

En este momento Josu tenía a la mitad de los presentes completamente concentrados en su discurso. La otra mitad intentaba dar forma al universo de rebanadas que acababa de describir.

-Sigamos –no pudo evitar sonreír–. Ahora, aunque no lo crean, viene la parte más complicada. Cada una de esas rebanadas es una unidad de espacio-tiempo a la que llamaremos universo. Los universos se crean en el Extremo Inicial y se destruyen en el Extremo Final. Todo se basa en el flujo de energía que he descrito anteriormente. La energía que sale del Extremo Final es energía que está perdiendo el universo que se encuentra en ese extremo. Esa energía se va acumulando en el Extremo Inicial y, exactamente en el mismo momento en que el universo pierde toda su energía, es decir, cuando desaparece, aparece un nuevo universo en el Extremo Inicial. Nosotros vivimos, existimos, en uno de esos universos, en una de estas rebanadas de pan, que recibe el nombre de Universo Presente, y que hace quince mil millones de años, fue creado en el Extremo Inicial. Esto es, el Big Bang se produjo porque un Universo que se encontraba en el Extremo Final perdió toda su energía y desapareció, haciendo que la energía acumulada en el Extremo Inicial colapsara y creara nuestro Universo Presente. Nuestro Universo Presente y el resto de universos que se han ido creando, se han ido desplazando por el rayo de energía, que por cierto recibe el nombre de Haz, en dirección al Extremo Final, a medida que se destruían universos en el Extremo Final y se creaban en el Extremo inicial. Ahora, puesto que nuestro Universo Presente está en expansión, es decir, que nuestra rebanada de pan todavía no es la más grande, podemos deducir que todavía no hemos llegado a la mitad del Haz, ya que en ese momento la fuerza de gravedad y la presión que ejercerá el Flujo de Retorno provocarán que nuestro universo empiece a contraerse hasta que finalmente llegue al Extremo Final y se transforme en su totalidad en energía dando lugar a un nuevo universo en el Extremo Inicial.

Hacía ya un par de minutos que ningún periodista hacía foto alguna. Era el momento de explicar el experimento de hoy. El experimento que cambiaría el mundo.

-Esta teoría que les acabo de explicar, se va a convertir hoy en realidad, se va a convertir en una ley. Hace cuatro años, en 2031, tras confirmarse la existencia de un agujero negro en el mismo centro de nuestro universo, un agujero mucho mayor que cualquier otro visto antes, y, tras cotejar nuestro datos, confirmamos que ese agujero negro es la conexión concreta con el Haz que atraviesa nuestra propia rebanada de pan, nuestro Universo Presente y que, teóricamente, tiene conexión en forma de energía con el resto de universos. Como todos ustedes saben, el estudio del agujero negro del centro del universo fue posible gracias al desarrollo de las técnicas que hoy por hoy nos permiten crear “agujeros de gusano” a nuestra voluntad. Para los no versados en el asunto, lo que hacemos con estos “agujeros de gusano” es plegar el espacio de forma que reducimos el tiempo en trasladarnos de un lugar a otro. Para ser más gráfico. Imaginen aisladamente nuestro Universo Presente en forma de rebanada de pan. Esta rebanada de pan tiene un agujero en su centro. Si nosotros nos encontráramos, por ejemplo, cerca del extremo exterior de la rebanada, la distancia que nos separa del centro sería enorme pero, si plegamos la rebanada y unimos el extremo donde nos encontramos con el agujero del centro, la distancia que nos separa es cero. Burdamente hablando, eso es lo que hacemos con los agujeros de gusano y eso es lo que vamos a hacer hoy, pero mucho más complejo. Vamos a crear un agujero de gusano que, durante unos instantes, comunicará nuestro Universo Presente, es decir, nuestra rebanada de pan, con el Universo que se encuentra justo detrás de nosotros en el Haz. El universo que se creó justo después que el nuestro y que llamaremos Universo -1. La importancia de este experimento, es decir, la confirmación de nuestra teoría de los Universos Múltiples en el Universo Cero, nos permitiría escapar del inevitable fin que, aunque lejano, llegaría para nosotros cuando nuestro Universo Presente llegara al Extremo Final y desapareciera –Josu levantó la voz de forma exagerada–. Podemos escapar de este final “saltando” a universos más jóvenes. ¡Este experimento puede asegurar la existencia eterna de nuestra especie!

La sala se mantuvo en silencio. Luego, uno tras otro, los periodistas empezaron a levantar sus manos y a murmurar, primero en voz baja, luego a grito vivo.

-¡Silencio caballeros! –se apresuró a decir Josu–. Soy consciente de que tienen cientos de preguntas, pero dejen que el mismo experimento las responda.

El silencio volvió a reinar en la sala cuando las paredes que se encontraban tras Josu se empezaron a desplazar lateralmente, dejando a la vista una enorme llanura, el valle que se extendía tras el edificio de Euskal-Cronos. En el centro del valle, una enorme estructura circular, que muchos periodistas ya había visto en persona, se alzaba majestuosa.

-Un creador de agujeros de gusano –dijo una voz.

-Mejor llamémosle por su nombre. Hemos colocado este Proyector Einstein-Hawking en el centro del valle y exactamente en tres minutos, conectaremos durante una fracción de segundo nuestro universo con el Universo -1.

Una pantalla que marcaba tres minutos empezó su cuenta atrás, los tres últimos minutos de paz de la raza humana.

Cuando quedaban cinco segundos, intentando emular las frases más célebres y famosas de los héroes del pasado, Josu Leiva gritó con júbilo.

-¡La victoria de la raza humana sobre el tiempo y la muerte!

En ese preciso instante, cuando la cuenta atrás marco cero, todos los presentes pudieron conocer a los verdaderos amos del Universo -1, pues, donde antes se encontraba un valle desierto, ahora, una multitud de enormes criaturas plateadas alzaban sus tentáculos en dirección al sol, absorbiendo su energía luminosa. Ninguna de aquellas criaturas hacía sombra en el valle.

Iban a ser unos buenos milenos de caza para los nécoros.

David Zanon
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