EL ZAPATO DE CENICIENTA

El zapato de cristal pasó de mano en mano, y de pie en pie hasta que Lazy, cogiéndolo por el tacón, se sirvió en él champaña y bebió a sorbos el espumoso mientras sus ojos vagaban, ya ebrios, por las doce cariacontecidas caras de los invitados. ¿Sucede algo? Preguntó entre hipos. -No me miréis así, yo no tengo la culpa de que no sea la medida de vuestro pie, y si la de mi boca.

MERCEDES TAPIA
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