Es un secreto.

  Entró en la pajarería… no había nadie. No comprendió porqué.

  Estaba oscuro, excepto por un pequeño haz de luz dirigido a una jaula. En ella, la cabeza de un loro sin cuerpo y con los ojos abiertos. De repente, el pico comenzó a moverse:

  • ¡Cá-llate, cá-llate, cá-llate!

  Y calló…

Javier Minaya
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