Invicto

Destinado a reinar sobre todos los territorios conocidos, pronto se vio con el deber de entrar en continuas batallas, de las que siempre salía victorioso.

Sin embargo, todas sus tropas unidas no lograron impedir que aquel ser maligno se adentrase en el interior de la fortaleza, agarrase a su señor por la oreja, lo sentara en la mesa de la cocina, le pusiera un plato de croquetas ante las narices y le dijera con una voz surgida de las mayores profundidades:

– Y nada de jugar con tus muñequitos, Enriquín, hasta que no te termines la cena.

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