MÓNICA Y HELENA

Comenzó a llover. Mónica miraba su reloj con desesperación. Corrió hacia el edificio, esquivando a la gente. Al llegar, la vio en la puerta, desnuda, con los ojos desbordantes de furia. No le tenía miedo, se acercó a ella y le dijo: “Hermana, soy yo. Mírame”. Helena cambió la mirada, pero seguía con las manos ocultas a la espalda. “Ven, vamos a cubrirte y a que te tomes un té”. Al comenzar a caminar hacia el café, un chorro caliente que surgía de su cadera la hizo caer en cuenta de que esa sería su última conversación con Helena.

Cherylia
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