Vitelio Presencia

El puntual funcionario Vitelio Presencia se sienta a su escritorio. Resolverá expedientes con su proverbial pulcritud. Los mismos de siempre; aunque progresiva, cruelmente informatizados desde su lejano debut. Sólo el mal dormir de la víspera denota que encara un día especial. Un furtivo vistazo alrededor revela el paso del tiempo en los rostros de sus compañeros. La Bibi ha acabado por volverse una respetable matrona. Él la recuerda casi niña, cuando el vuelo de su minifalda desarbolara más de un negociado. También él fue joven. Tan distinto de la apergaminada figura que, hace ya muchas mañanas, lo mira con tristeza desde el espejo. Él era joven cuando en los veranos sin aire acondicionado sudaba generoso sobre escarpadas cordilleras de documentos, hoy reducidos a sibilinas encriptaciones ofimáticas.
Ensoñaciones y expedientes más tarde, el ejemplar funcionario Vitelio Presencia ficha para siempre. Acabada la jornada, tras treinta y siete años, mañana es el primer día de su jubilación.

Carlos Ortega Pardo
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