NUESTRA LUNA COMPARTIDA...
- publicado el 30/07/2015
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«Estrellas invencibles.»
«Era una mañana tranquila y agradable para surcar las aguas del mar, pero «El Indomable» se encontraba anclado no muy lejos de su punto de partida, el puerto de la isla del barón Pinion, ya que el capitán no había decidido aún un rumbo en concreto. Las olas golpeaban el casco con suavidad mientras los marineros esperaban en la cubierta las órdenes del contramaestre; muchos se habían sentado en rollos de cuerda, en barriles o simplemente en el suelo, y otros se paseaban con impaciencia de un lado a otro.
-Hay mucha calma hoy, ¿no? –dijo un marinero joven e inexperto. Era su primer viaje, y esperaba que hubiera un poco más de actividad a bordo.
-Demasiada –afirmó otro, más viejo, a quien le faltaba un ojo- Y el capitán debería darse prisa en tomar una decisión, o nos alcanzarán los piratas.
-No hay barcos a la vista –replicó el joven marinero, achicando los ojos mientras miraba al horizonte- Además, estamos demasiado cerca de la costa, y seguro que no se atreven…
-Nunca te fíes de esos bribones, muchacho, son más listos de lo que crees –dijo el viejo tuerto- Aparecerán cuando menos te lo esperes, y tendrás suerte si consigues escapar con vida de las garras de esos malditos…
-Deja de asustar al muchacho, Junn –le interrumpió otro marinero, de mediana edad y piel tostada por el sol- No todos los piratas son hábiles a la hora de abordar un barco, y menos si está bien defendido, como éste.
-Los que navegan por estas aguas, concretamente, no son de los que se andan con niñerías, Jason –replicó Junn, cruzándose de brazos- Hay una tripulación en concreto que no ha sido derrotada nunca, sin importar lo bien defendido que estuviera el maldito barco.
-No exageres, viejo…
-No lo hago, ni siquiera un poco, y tú lo sabes –se defendió el anciano, y después miró al joven marinero- Hazme caso, muchacho, cuídate de esas a las que llaman las Estrellas…
-¿Quienes son las Estrellas? –quiso saber el joven, muy emocionado- ¿Cómo son de peligrosas, en una escala del uno al diez? ¿Y por qué las llaman así?
-Haces muchas preguntas, hijo –dijo Jason, con una sonrisa, a la vez que se desperezaba- Pero no creo que quieras saber todas las respuestas, o dejarás el mar y la vida de marinero en un pestañeo.
-¡Claro que quiero saberlas! Me parece apasionante… –replicó el muchacho, mientras le brillaban los ojos- Además, tengo que estar informado de todo, o no podré defenderme.
-Anda, Junn, cuéntale al chico quiénes son las Estrellas, que tú eres quien mejor lo sabe –dijo alguien, de fondo, y todos le corearon, pues las historias de piratas siempre eran bien recibidas, aunque se consideraban de mal fario. El viejo sonrió nostálgicamente, y se dispuso a contar lo que sabía sobre la enigmática tripulación invencible.
-Las Estrellas son piratas, y todas pertenecen a la misma tripulación, la de «La Constelación«, –empezó a relatar Junn, con un deje de misterio en la voz- Son una de las bandas más peligrosas que navegan por estas aguas – hizo una pausa dramática- Son todas mujeres, y por ello todo el mundo tiene menos cuidado, no las toman en serio, lo que es un gran error, porque son verdaderos demonios cuando pelean… No se las puede medir en una escala, porque siempre superan el límite, y si tienes la desgracia de encontrártelas, tendrás dos opciones: la inteligente, que es rendirte y no discutirles nada, y la suicida, que es enfrentarte a ellas. Elige una según las ganas que tengas de vivir… Y ya te aviso que, si eliges enfrentarte a ellas, luego no podrás echarte atrás y rendirte…
-¿Por qué no? –quiso saber el muchacho.
-Porque siempre terminan lo que empiezan –contestó Junn, con pesar- Aunque, a veces, si están de buen humor, tienen piedad de algunos… –añadió, tocándose distraídamente el parche que cubría su cuenca vacía.
-¡Qué emocionante! ¡Las conoces en persona! –exclamó el muchacho- ¿Cómo fue? ¿Y por qué las llaman Estrellas? Eso aún no me lo has contado.
-Las llaman así porque todas tienen nombres relacionados con ellas, e incluso con diosas griegas y romanas –dijo Jason, con una sonrisa burlona, como si lo encontrara todo totalmente ridículo.
-En realidad es por el nombre de su barco, porque las constelaciones están compuestas por estrellas… Es un juego de palabras… Aún así, no te fíes nunca de ninguna de ellas –dijo Junn, mirándole con el ceño fruncido- Todas son peligrosas a su manera… Algunas por ser hermosas, ya que te desconcentran y te hacen bajar la guardia; otras, por ser muy ágiles, tanto que es casi imposible herirlas; y otras por ser extremadamente diestras con la espada, pueden matarte sin que te des cuenta… Y luego hay excepciones, claro.
-¿Excepciones? ¿Qué quieres decir? ¿No habías dicho que todas eran peligrosas? –preguntó el joven marinero, confundido.
-Y así es… Algunas por una cosa o por otra, pero hay dos que lo son por todo eso y por más –contestó el viejo tuerto, mientras perdía la mirada de su único ojo en el horizonte, evocando los recuerdos de lo acaecido hacía apenas un par de años, rememorando dos caras en concreto, dos formas de luchar iguales y diferentes a la vez, dos pares de ojos casi opuestos con miradas similares…
-¿Qué quiere decir? ¿De qué habla? –preguntó el muchacho, con impaciencia. No entendía por qué el viejo se había quedado en silencio de repente, como si estuviera muy lejos de allí, tanto en el tiempo como en el espacio.
-Caleb, creo que Junn necesita descansar un… –empezó a decir Jason, pero el viejo volvió a hablar.
-Cuídate de la primera oficial, muchacho… Es más peligrosa que un demonio, a pesar de su cara de ángel… Que no te embrujen sus ojos, o estarás perdido –dijo, todavía con la mirada ausente- Pero, por encima incluso de ella, cuídate de la capitana… Esa mujer se las sabe todas, y es la más peligrosa con la que te encontrarás jamás…
-¡Increíble! –exclamó Caleb, con los ojos muy abiertos- ¿Y cómo se llaman esas dos?
-Casiopea es el nombre de la primera oficial… –contestó Junn, mientras recordaba dos hermosos ojos, azules como los mares tropicales, pero fieros como los de un depredador… Los ojos de una auténtica guerrera.
-¿Y la capitana? –quiso saber el joven, pero el viejo tuerto no contestó. Miró entonces a Jason, quien parecía muy concentrado en algo a lo lejos- ¿Cómo se llama la capitana de «La Constelación«?
-Cuidado con la capitana, muchacho, mucho cuidado con ella… Témela como si fuera el mismísimo Diablo… Y no subestimes nunca a esas mujeres, ¿me oyes? ¡Nunca! –gritó Junn, como si se hubiera vuelto loco, mientras le zarandeaba. Después, se fue a la bodega, repitiendo lo mismo una y otra vez.
-¿Qué le ha pasado al viejo? –preguntó Caleb, con los ojos desorbitados y el miedo metido en el cuerpo.
-Aún no ha superado su encontronazo con esas piratas –dijo Jason, mientras le ponía una mano en el hombro- Creyó que las podría vencer, pero se equivocó… Ya tiene una edad, no fue lo suficientemente rápido, y le faltó poco para perder la vida… Son muy diestras, pero yo estoy convencido de que se las puede derrotar.
-¿Cómo? –quiso saber el joven, mirándole con expectación.
-No lo sé… Será condenadamente difícil, porque son las más expertas piratas que me haya echado nunca a la cara – contestó el marinero- Pero seguro que es posible… Tiene que serlo… Son humanas –»creo» añadió mentalmente.
-Aún no me ha dicho nadie cómo se llama la capitana, ni tampoco cómo fue ese encuentro del que hablas… ¿Tú estabas presente?
Jason rió estrepitosamente.
-Sí, hijo, yo estuve allí, y las vi pelear con mis propios ojos… Pero todo eso te lo contaré en otro momento –dijo, sonriendo con suficiencia.
-¿Y por qué no ahora?
-Porque me quedaría sin historias que contar durante el resto del viaje.
-¿Me dirás, al menos, cuál es el nombre de la capitana? –casi suplicó Caleb.
Jason miró al horizonte, y se perdió en él por un momento, rememorando el rostro de una de las mujeres más hermosas que había visto jamás.
-Andrómeda –murmuró, con una sonrisa nostálgica- Su nombre es Andrómeda.
[…] «
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