EROTISMO DE CLOACA

Llevaba varios días sentado, apenas sin moverse, en el rincón más lejano del último nivel del alcantarillado. Sin moverse y sin dormir. No podía continuar. De frente la pared negra rezumando hedor, pero no podía distinguir en donde nacía la podredumbre que durante las primeras horas le atrapó todo el oxígeno. De los niveles superiores del alcantarillado, a veces, le llegaban ecos de pasos y restos de palabras envueltas al vacío. A ratos, todavía escuchaba sonidos de armas ateridos, que le trasmitían el miedo negro que retumbaba en las paredes. Si daba marcha atrás… Sólo le quedaba continuar allí. ¿Cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo?, se preguntaba, sin querer preguntarse. ¿Cuánto tiempo puedo permanecer sin comer? ¿Cuánto tiempo sin beber? Le bullían las preguntas en su cabeza, raspando hasta sangrar  los espacios donde las ideas se agitan. Sí, comer mucho tiempo. Mucho tiempo sin comer. No sé. Mucho tiempo. Pero beber menos…, dos, tres, cinco días. No sé, pero poco tiempo. Quizás aquel laberinto de preguntas, o el miedo seco que le llegaba de los disparos, dejaron en su garganta una fina tela ennegrecida por el ambiente que le pedía beber. Decidió pasar la lengua por las paredes donde la humedad se resbalaba. La primera vez, cuando atisbó la idea, vomitó. Pensó en su chica y por primera vez lloró. En medio del llanto sacó la lengua con fuerza y la movió con rapidez por encima del labio superior. Le dio placer y la alegría de aquello también le dio buenos frutos. Y movió la lengua mecánicamente, con rapidez, disfrutando como si lo hiciera con ella.

 

 

Pedro Portugués

Pedro Portugues
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