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El pseudo-documentalista Simonini, desde un camposanto, escribe una novela sobre un personaje apodado “Yambo”. Éste ser desmemoriado, a su vez, plasma sobre el papel una obra cuyo protagonista tiene por nombre  Baudolino. El mencionado campesino fantasioso funde  papiro y pluma, donde su figura es Roberto-Ferrante. Dicho naúfrago fantasma da vida, en una carta, a un tal Casaubon. Este versado editor inventa un relato de un monje llamado Adso. El citado clérigo anota ficciones sobre un reportero llamado Colonna. Éste publica acerca de un calumniador profesional conocido como Capitán Simonini, que su vez mecanografía a “Yambo” Bodoni, el cual pone en la tinta al poeta Baudolino, éste traza al viajante Ferrante-Roberto, éste redacta al pensador Casaubon y éste refleja al perspicaz Adso, el cual rotula luego a un segundo Colonna, que estila sobre el artero Simonini y … todo continuó así, inmerso en una eternidad escribiente…

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…y todo se perpetuó así, en una literaria cadena-rueda que rota y vira por los siglos como un mundanal pinocchio de hilos maleables.

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