Transmigración incomprendida
- publicado el 18/01/2014
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ELLA ACARICIA EL RUBÍ
*** Escrito por Txus Iglesias, este relato, de total ficción, concretamente transcurre en el propio FORO DE COMENTARIOS.
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ELLA ACARICIA EL RUBÍ
Al principio, fue sólo un secreto juego cándido de una maga adolescente, de 17 años, que vivía en Madrid. —-
Escarlata Puentes era una hechicera benévola de pequeños trucos y prácticas inofensivas pero luego, desarrolló un amplio poder travieso y la situación ya no fue tan inocente.
Ante ella, puesto en un candelabro, resplandecía su rubí: lo más preciado de su vida desde que era muy pequeña. Todo cambió un día de atardecer rojizo. La chica sonrió satisfecha: ¡el primer conjuro, de cierta magnitud, estaba invocado!. Ella acarició repetidas veces su amada piedra encarnada, la cual era como un interruptor mágico y entonces, algunos hombres que residían en su ciudad sufrieron un extraño cambio radical.
Consecuentemente, Escarlata provocó que cinco personas del género masculino, elegidas previamente desde cierta distancia, se revolucionaran completamente, se volvieran locos por ella y, finalmente, acudieran a rendirle absoluta pleitesía al lugar donde Escarlata vivía. Ni siquiera sabían aquellos nuevos “esclavos”, dentro de su trance, como habían llegado a la morada de su ama, hasta ahora desconocida para ellos.
Ninguna buena esposa, novia o amante de los hechizados, halló ninguna explicación racional para aquella enigmática sumisión. Sin embargo, aquello fue solo un ínfimo entrenamiento, únicamente un cobrizo mini-ejercicio porque la maga tenía pensado aplicar esa revolución a varios colectivos a la vez. Ella quería poseer el Mundo y que millones de hombres de toda condición, sin saber la razón exacta, acudieran a ella y se postraran ante la chica; amándola sin condiciones pero sin ser correspondidos por la propia Escarlata Puentes; la cual ya se autodenominaba la Condesa Rúbea, la Clavija Carmesí, la Emperatriz Rubí.
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Antes de aplicar la metamorfosis absoluta y global, llevó a cabo una última manipulación individual para completar sus seductoras probaturas a pequeña escala. Ella practicó otra caricia a su joya-tecla y ¡bang! lo que más aceleración cogió, lo que hirvió más ferozmente fue mi sangre, mis hematíes y mi pasión por aquella joven: desde Munich, me enamoré muy rápido de ella sin saber quién era, ni donde vivía y luego morí feliz al cabo de cinco segundos, debido a la hiper-desbordante intensidad de aquel sentimiento romántico. La luz que observé incluso después de mi fallecimiento podéis imaginaros de que tono era y no me sorprendí de a quien vi durante todo mi Sueño Eterno: la imagen de Escarlata se fundía con un gran fulgor de rubí y la omnipotente muchacha, desde su situación terrenal, supo de todo ello enseguida; naturalmente.
En aquella especie de limbo extracorpóreo, sentí que Ella era fresa etérea, coral total, amapola dominante de mi existencia espiritual.
Aquello era el Edén más precioso que nunca nadie había vislumbrado antes y desde este lugar” post-mortem” de irresistible color bermejo, os cuento hoy todo ésto.
Saludos de vuestro amigo, Harald Krabbe.