"Morir ha sido una gran aventura"
- publicado el 16/03/2019
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La vejez y el final
Hoy he cumplido 82 años. Ni en mis mejores sueños había imaginado llegar tan lejos, pero así es.
Yo, como Neruda puedo confesar que he vivido, ya lo creo que he vivido.
Mi afición a la buena vida y a las mujeres comenzó a temprana edad.
Mi recorrido vital a través de estos 82 años ha resultado ser un carrusel de subidas y bajadas; arriba, abajo, arriba de nuevo. vuelta a bajar… y así siempre, sin solución de continuidad.
No he tenido hijos, mujeres muchas, tantas que no logro recordar a todas; las amé y me amaron con verdadera pasión, las olvidé y me olvidaron con la misma facilidad. Ahora estoy solo, pero no crean que eso me duele o me incomoda de alguna manera, mi soledad es una soledad labrada a base de años y años de hedonista, de anteponer a cualquier otra prioridad mi satisfacción personal, nunca he pensado en el mañana porque el mañana es el ahora, siempre ha sido el ahora, lo demás son filfas.
He bebido, he fumado, y lo sigo haciendo, me he drogado, he probado de casi todo en la vida, porque así entendí yo siempre como quería vivirla. Nunca me he arrepentido de nada, jamás he pronunciado la palabra perdón, porque ni se perdonar ni entiendo que otros me perdonen a mí.
Los pocos amigos que me quedan tratan de rehuirme, es lógico, pero si por casualidad nos encontramos cara a cara, me abrazan efusivamente, algunos incluso me invitan a comer o a tomar unas copas, nunca les he pedido nada, jamás les he dado nada yo a ellos, creo que en eso les llevo ventaja.
Vivo en una pequeña habitación alquilada en casa de una bruja codiciosa y mala. Allí, en mi cuarto, guardo una docena de buenos trajes hechos a medida, un magnífico abrigo de lana, unas cuantas corbatas y pañuelos de seda y diez pares de zapatos del mejor cuero. Ese cuarto es todo lo que puedo permitirme con el escueto subsidio que me da el estado, eso, comer y poder comprar cigarrillos todos los días, la verdad es que no necesito más, yo que lo he tenido todo me he vuelto parco con los años, hago de la necesidad virtud, que remedio.
Poseo también un viejo reloj de plata de bolsillo, el único objeto que me une a lo que fue mi familia, todos han muerto salvo yo.
Mi tiempo lo paso caminando sin prisa por las calles de mi ciudad, algunos conserjes de grandes edificios, de los mejores hoteles y de los restaurantes más exquisitos, me saludan con deferencia y respeto, eso me gusta, los buenos modales es de las pocas cosas que aprecio y conservo.
Cuando el tiempo lo permite, me siento en un banco de la alameda y veo pasar, en blanco y negro la mayor parte de las veces, toda la vida que allí he disfrutado, los amoríos, los amigos que ya polvo son, los sonidos de las verbenas, el olor a dulce de algodón, las risas y la sana alegría que nos congregaba allí a toda una pandilla de chicos y chicas que éramos felices e indocumentados.
No crean que lo recuerdo desde la nostalgia, ¡ni por asomo! lo revivo con alegría y con el espíritu sereno.
Si llueve o hace frio me refugio en el Carabela, me siento al lado de uno de los ventanales, leo la prensa y me tomo un par de cafés solos bien cargados, fumo media cajetilla y cuando me apetece vuelvo a mi cuarto paseando.
Hace tiempo que he perdido la costumbre de cenar, solamente hago una comida al día, eso y los paseos hacen que me sienta joven y enérgico; nunca he sido grueso, tengo camisas hechas para mí de hace más de treinta años que sigo poniéndome.
Por las noches escribo, lo hago en libretas con canutillo y siempre con mi pluma Mont Blanc. Tengo centenares de esas libretas escritas, hay novelas, relatos, poemas, un poco de todo, un todo que nadie, salvo yo, ha leído jamás. Desconozco si son interesantes o no, para mí lo son y con eso tengo suficiente.
Sé que cualquier día la bruja se extrañará de no verme salir del cuarto, entrará y me encontrará plácidamente dormido, con una sonrisa en los labios y los ojos cerrados. Llamará a los servicios funerarios municipales, me meterán en una bolsa de plástico y se llevarán mi cuerpo al Instituto de Medicina Legal, allí me harán una autopsia totalmente innecesaria porque la causa de mi muerte habrá sido la vejez, el hastió y el aburrimiento de un tiempo que de tanto cambiar ya no reconozco como mío.
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