Labios rojos
- publicado el 03/01/2014
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En el ocaso
Percibo sus pasos; trota al principio, corre después. Siento su respiración agitada, cada vez más cerca. Al fin la veo. Aparece al doblar la esquina. Corre dejando atrás un corredor maldito en la calle de tierra que pasa frente a las vías del tren. Apura la marcha, se acerca cada vez más. Estira sus brazos hasta casi tocarme mientras balbucea algo ininteligible, una súplica, un ruego desesperado; sus dedos alcanzan mi rostro. Me despierto, bañada en sudor. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Necesito tantear la cama para saber que en realidad estoy aquí, no allá, no con ella. Doy un par de vueltas en la cama y al final consigo dormirme. Es la novena vez que la sueño en menos de un mes.
A veces me parece ver nítidamente su figura acercarse meciendo rítmicamente la melena y la falda como las tardes en las que volvía del colegio. “En esta casa, el lema es que cada uno haga su trabajo” solía repetirnos papá. Por mi endeble salud me tocaba quedarme en casa y cumplir con los quehaceres domésticos, y si tenía suerte, tal vez casarme con algún pueblerino que me sacara de ese lugar. Su trabajo en cambio, era educarse y llegar a maestra, ya que el anhelo del hijo doctor se había visto truncado por la temprana partida de Juan. Aún la veo pararse frente a mí con las piernas separadas, en esa actitud llanamente arrogante tan usual en ella, sabiendo que es la más querida y haciéndomelo saber. Besa y consuela a mi madre, que se lamenta por algún nimio contratiempo. Pobre mamá, desde que Juan nos dejó jamás volvió a ser la misma. Tampoco papá. Lo ocurrido lo hizo endurecer más aún su trato conmigo. Su mirada era una eterna reprimenda. Nunca conseguiría ganarme su aprecio, por más que lo intentara una y otra vez. Y vaya si lo intenté. En cambio ella no tenía que hacer nada para ganarse su cariño. Bastaba su presencia para que él endulzara su mirada y la llenase de besos y abrazos.
Algunas noches sueño con la primera cereza del verano, de aquél añoso cerezo del fondo del jardín, el que de niños esperábamos ansiosos que diera sus primeros frutos apenas comenzaban las tardes cálidas. Pero es ella, es la sombra de su recuerdo la que me atormenta en sueños y no me deja dormir.
Ese invierno pasó tan rápido, lo hizo en un santiamén. Empezaste a salir a tus primeros bailes. A ser cortejada por un muchachito. Tan bella. Tan perfecta. Quién iba a sospechar de una pobre esclerótica, de tu propia sangre. Nadie iba a acudir en tu ayuda esa noche. No estaba papá para defenderte. Nadie iba a escuchar tus gritos cuando tan cerca pasaba el tren.
Pasaron tantos años ya, es algo irónico que en el ocaso de mi vida decidas volver. Y sin embargo sé que me seguirás hasta el final.
Jamás olvido tus ojos, tus hermosos ojos negros, tan soberbios antes, tan suplicantes después.
- Indolencia selectiva - 16/11/2008
- La mentira - 04/11/2008
- Rehén - 28/10/2008
Hola! Si hubo algún error en la publicación o algo así, me avisan. No manejo mucho esto de los blogs. Saludos =)
Esta bien… Eres la primera que se atreve a escribir sin contarnos a nosotros… Enhorabuena,
Me gusta como escribes,… Es una autentica rayada… Me encanta
Perdón, me pudo la ansiedad, jeje. Prometo avisarles la próxima.
Me alegra que te haya gustado!
Saludos =)
Ha siod un gran debut, Florchh, esperamos más historias tuyas con ansieadad, porque son muy profundas.
Ah! Y no te olvides de votar los destacados de julio!
Saludos!
No, mujer,… todo lo contrario, nos encanta que te hayas animado,… eres todo un ejemplo.
A trabajar en el siguiente!!
No hace falta que pidas permiso para publicar un relato, y no tenemos ningún máximo de relatos.
Me gusta tu forma de escribir. Espero que te animes a escribir otro relato próximamente 🙂