El Titiritero Capítulo 1 Parte II

La obra fue, para Maltar, bastante mediocre. Sí, tenía puntos graciosos, pero no era lo que el titiritero pretendía venderles. El resto de los asistentes también parecía compartir el mismo pensamiento, ya que entre los murmullos de desaprobación de algunos y los aplausos flojos de otros, Maltar no auguraba buena recaudación para aquél hombre.

Sin embargo, este parecía contento.

Llegaba el momento en el que el público se escapaba discretamente: la hora en la que el hambriento intérprete pasa la mano para recoger caridad en forma de monedas. La gente ya empezaba a escaquearse sigilosamente, despacio, pero sin pararse. Habían adquirido tanta práctica que se alejaban todos juntos y sincronizados.

El titiritero llevaba una bolsita de cuero abrochada al cinturón que abrió con cuidado, mientras su sonrisa se ensanchaba con ligera malicia. Levantó la mano y sin previo aviso, unos hilos provenientes de las yemas de sus dedos fueron a parar al objetivo más cercano; un hombre entrado en años. Eran cinco, cada uno dirigido a una parte concreta del cuerpo: pulgar y meñique a las rodillas, índice y anular a los hombros, y el corazón, hacia en centro de la cabeza. Cada uno, era fino, casi invisible, frágiles a simple vista, aunque tensos. No los estaba sujetando de ninguna manera. Parecían que provenían del interior de su cuerpo.

Nadie parecía haberse dado cuenta, salvo Maltar, que miraba la mano, con una mezcla de miedo y sorpresa, incapaz de moverse.

Así, el anciano, empujado por una fuerza mayor que la suya, caminó hacia el misterioso hombre pelirrojo, como si nada estuviera pasando. Con movimientos ligeros con la mano, parecidos a los que se hacen para que alguien se acerque, el extraño hombre parecía tener el control del anciano. Sus pasos eran intermitentes, pero firmes, mientras que sus brazos, que no obedecían a su cerebro, se limitaban a agarrar una bolsa de tela en la que tintineaban unas pocas monedas. Era igual que un mero títere, a merced de su creador. Mientras el viejo se acercaba, las cuerdas disminuían de longitud, dando la impresión de que se metían dentro de los dedos del manipulador.

Sus movimientos de mano se fueron haciendo más suaves, hasta que quedaron cara a cara. El anciano, en un movimiento brusco, se arrancó la bolsa del cinturón y se quedó parado unos segundos, antes de dársela con fuerza a el titiritero.

Después de vaciar su contenido en la suya propia, la tiró al suelo, ya que ahora no había nada en su interior.

Tras comprobar el valor del pequeño botín con la mano desocupada, con la otra empujó bruscamente al anciano hacia atrás, que cayó en un golpe sordo. Las cuerdas se despegaron de su cuerpo, para volver con su amo e internarse de nuevo en sus dedos.

Mientras, el hombre tumbado recuperaba el control de su cuerpo. Parecía desconcertado, pero se levantó y echó a andar hacia una calle próxima, ignorando al resto de la gente, que no había visto nada de lo que había pasado.

Tras saquear a cuatro ciudadanos más sin mayor esfuerzo, le llegó el turno a Maltar, que seguía con los ojos abiertos de par en par, congelada en el sitio.

Cuando la vio, dudó en si robarle o no, ya que era evidente que no tenía nada de valor encima. Aunque decidió probar suerte.

Los hilos salieron de sus dedos y Maltar sintió un ligero cosquilleo por todo el cuerpo cuando se engancharon a ella, pero nada más. El titiritero hizo un movimiento con la mano, suavemente.

Con el primer tirón no pasó nada. La expresión del pelirrojo se tornó nerviosa. Lo intento otra vez con más fuerza. Nada ocurrió. Maltar no notaba ningún dolor o molestia, pero veía cómo los hilos empezaban a ceder. Con tirones cada vez más fuertes, la respiración del titiritero se hacía cada vez más frecuente y fuerte.

Tenía los ojos fuera de sus órbitas, incapaz de creerse lo que estaba viendo. Parecía que se ahogaba. En un último esfuerzo, tiró lo más que pudo, sin éxito.

Recogió sus cuerdas no sin antes mirar a Maltar asustado. Ésta lo estaba más que él, y cuando las cuerdas se despegaron y volvieron a su amo, Maltar sintió un escalofrío que recorrió su cuerpo, mientras una sensación de agotamiento la envolvía de repente. Y cayó de rodillas al suelo, exhausta.

El hombre se miró a la mano, con la misma expresión de susto, y sin dejar de mirarla, camino hacia atrás, hacia su carreta, no sin antes recoger el escenario y dos marionetas.

Entonces corrió hacia la parte trasera de la carreta y lo tiró todo dentro de cualquier manera.

Se dirigió rápidamente hacia el caballo blanco, se montó en él e hizo que se pusiera en marcha.

La última imagen que vio Maltar antes de desmayarse, fue como una carreta de madera conducida por dos caballos se alejaba a toda velocidad, mientras un hombre pelirrojo no dejaba de mirar atrás.

1 Comentario

  1. champinon dice:

    Asi que Maltar es inmune al ladrón titiritero… interesante… gran forma de escribir… Tienes un gran futuro por delante… Te criticaria alguna cosilla, pero son pequeñeces sin importancia… Muy bien! Felicidades, xD

Deja un comentario

Tu dirección de email no será publicada