La suerte aborrece a los cagones (Parte IV)

IV

Tras iniciar el tratamiento el resultado no se hizo esperar. En pocos días Andreu mejoró sensiblemente su salud y su estado anímico. Empezó a dormir de un tirón y la acidez desapareció como vino. ¿Y los gases? Se evaporaron, se disiparon totalmente. Volvía a ser el de antes. Recuperó la sonrisa; el amago de sonrisa que le caracterizaba. Y se planteó seriamente cómo abordar a Meritxell. Saldría a su paso en cuanto llegara. El lunes, será el lunes. Se haría el encontradizo y tropezaría con ella aprovechando su atolondrada manera de entrar. Luego, lo demás vendría por sí solo. Pero…, ¿y qué era lo demás? No; así no puede ser. Mejor le pido a Martínez que me deje llevarle la propuesta de planing semanal. Entraré en su despacho y le diré que Martínez se encuentra indispuesto. Y luego… ¿Qué le diré luego, después de entregarle la carpeta? La miraré fijamente y le diré que es preciosa. Eso es. No, joder; ¿como voy a decirle algo así cuando nunca he cruzado con ella ni media palabra que no tenga algo que ver con el trabajo? No, hombre; pensará que soy un retrasado. Mejor me las arreglo para bajar a tomar el café a la misma hora que ella. ¡Eso es! Ya lo decía Jordi. ¡Claro que sí! Es lo mejor. Suele salir sola y, además, he notado que cuando se va, antes de cerrar la puerta se gira siempre para decirme: « bueno, bajo un momento a tomar un café». Dice eso o algo parecido. Esperaré y cuando abra la boca estaré preparado para contestar: ¿te importa que te acompañe? Es que si no bajo ahora no podré hacerlo más adelante. Hoy voy fatal de tiempo. Mmm, suena bien. Perfecto, porque además me da un motivo de conversación. Andreu repitió la frase en su cabeza ocho o diez veces. Te importa que te… Hasta que la memorizó. No podía estar más claro. Esta era la oportunidad que buscaba desde hacía tiempo. Y si todo iba bien el próximo lunes sería el día decisivo.

Es sábado y Andreu ha quedado con Jordi para dar una vuelta y explicarle su plan. Magnífico, le animó su amigo. Muy bien pensado. Es una idea excelente. Han tomado unas cervezas y se han despedido. Jordi debe llevar a su novia al cine. De vuelta a casa Andreu empieza a imaginarse los acontecimientos. ¿Te importa que hoy te acompañe…? repite sin cesar, primero a voz callada y luego de forma cada vez más audible. ¿Te importa que…? es que voy fatal de tiempo y…

Al poner en pie en casa, sin embargo, sucede lo inesperado: Andreu nota un aguijonazo en el estómago. No puede con la cena que mamá le ha preparado. Nada; con un par de piezas de fruta tiene bastante. ¿Te importa que…? Es que si no bajo ahora, más adelante iré fatal…  Y debo hacerlo ya porque luego no tendré tiempo… Su mamá le miró preocupada. Andreu tiene muy mala cara. Otra vez. Como antes. Es algo más que un ligero dolor de cabeza: es un malestar general. Tras un breve estira y afloja con su mamá Andreu opta por irse a la cama. Es pronto todavía pero es lo mejor. En la cama Andreu no para de moverse de un lado para otro, Meritxell en la cabeza y el estómago en la boca. El lunes; se lo diré el lunes…


Un dolor de barriga intenso le despierta sobresaltado. Ya es domingo y son las ocho y diez. Andreu salta de la cama y se abalanza hacia el cuarto de baño como un toro embravecido. Revienta justo al sentarse. La feroz sacudida le despeja de inmediato. El corazón se le cuartea en cuanto toma consciencia de su penosa realidad, y el ánimo se le antoja miserable. Su mamá golpea la puerta con los nudillos. ¿Te encuentras bien? Sí mamá; nada importante.

¿Te importa que hoy…? Ya es mediodía, Andreu tiene pesadez de estómago y apenas comerá nada. Hay ratos que le duele la cabeza y lo peor: tiene flato. Se le infla el vientre, como antes. Se ha estirado en el sofá y allá encaracolado, se libera de la presión interna aprovechando que se ha quedado solo en casa. Siguiendo una inveterada costumbre su mamá hace rato que se fue de paseo con sus amigas. Mira la tele como un zombi. Piensa. ¿No te importa que hoy te acompañe? Es que voy fatal y más tarde no podré hacerlo… No; no es así. ¿Cómo era? Pasan las horas y Andreu está cada vez peor. Se tomó la pastilla de los gases y parece que comienza a hacer efecto pero la ansiedad va en aumento. Se ha obsesionado con el café del lunes. Con el café de mañana. ¿Te importa que hoy te acompañe…? Dos ansiolíticos; a ver qué pasa. Son las nueve y media. Su mamá acaba de llegar y lo encuentra algo sudoroso pero tranquilo. Tampoco cenará. Se va a la cama, pero antes se toma el cuidado de llevarse la caja de valium de su madre, la que guarda en su mesita de noche. Se tomará una píldora. No, mejor dos.

Deja un comentario

Tu dirección de email no será publicada