La suerte aborrece a los cagones (Parte II)
- publicado el 13/11/2008
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La suerte aborrece a los cagones (Parte V)
V
Al despertar Andreu se nota agitado. Ya son las seis y media del lunes, hora de levantarse. Ha dormido de un tirón pero se encuentra pastoso y algo mareado. Una ducha y como nuevo. El estómago sigue regular. Mucho mejor que ayer por supuesto, pero todavía se nota descacharrado. Una manzanilla quizá lo acabe de arreglar. Y sí, la infusión caliente lo reconforta. Mucho mejor. Mamá, me voy que no quiero llegar tarde.
Andreu es el primero en llegar, como todos los lunes. Pasa su tarjeta por el lector del reloj y busca acomodo en su mesa, justo enfrente del artilugio. La rutina de cada día echa a andar. Van llegando los compañeros. Hola Andreu, Hola Pitu. Buenos días Andreu. Hola Carmen. Hola… Hola. Como siempre Meritxell será la última. Y a punto está de llegar cuando Andreu nota el primer aviso serio en su desdichada barriga. Rorrruuummm. ¡Dios! Tiene que salir escopeteado hacia el servicio. Para prevenir, más que nada. Por fortuna sólo son gases. Glogloloom, gleglú, glogló. Liberado de la compresión regresa atribulado a su mesa de trabajo para no perderse la entrada de Meritxell. Ella entra en ese momento. Ciegos y acelerados no se ven y ambos chocan de frente. ¡Uf, perdona Meritxell! Cómo lo siento. Meritxell cae y, maltrecha, se levanta ayudada por Andreu, doliéndose del cabezazo en la frente. No es nada, Andreu. La culpa es mía, que siempre voy apresurada. Bueno, ya está. ¿Lo ves? No ha pasado nada… Pues creo que eso es un chichón… Nada hombre, nada. No te preocupes. Meritxell ficha y se va a su despacho dirigiéndole una sonrisa a su torpe compañero. A pesar del accidente y de sus temores, Andreu queda gratamente sorprendido por la afable reacción de Meritxell. Un buen síntoma. El mejor de los posibles.
La cabeza de Andreu bulle de inquietud, de expectación, pero su cuerpo no le acompaña. Son casi las diez y media y su abdomen se hincha cada vez más. Los ruidos comienzan a ser audibles para sus compañeros y los retortijones se manifiestan cada vez más dolorosos. Las visitas al lavabo se repiten. Malditos gases. Malditos ruidos. Ay, y ahora, además, necesita usar el ambientador. Los gases resultan fétidos. Esto es nuevo. Serán las pastillas. El ambientador de aromas del bosque no descansa. Andreu es un activo peregrino entre la mesa y el servicio. Va y viene. Viene y va.
Casi las once. Meritxell está a punto de aparecer. “Te importa que hoy te… Es que sino, luego no…”. No es así, no. Si no bajo ahora no podré hacerlo más adelante. Hoy voy fatal de tiempo y… Eso es. Así sí… La barriga de Andreu es un carnaval: música, baile…, alboroto sin control. Un jolgorio. Son menos cinco; incapaz de aguantar más sale pitando hacia el servicio, desabrochándose el cinturón por el camino. Pero está ocupado. Por fortuna el de las mujeres está libre. Entra cegado por la necesidad y se sienta. Uf, justo a tiempo. La descarga es brutal. Escandalosa. Hedionda. El propio Andreu queda ofuscado por tan extraordinaria reacción escatológica. Meritxell entra repentinamente, abre los ojos, grita, arruga la nariz y cierra de un sonoro portazo, todo en un segundo. ¡Lo siento, perdona Andreu! la oye gritar desde fuera. Con la premura Andreu no echó el pestillo.
Andreu gime y se echa las manos a la cara. Su imagen, sentado en la taza del water con los pantalones por los tobillos en medio de aquella pestilencia, es desoladora. Se quiere morir. De hecho casi se muere de un ataque de ansiedad. Incluso el corazón amenaza con escapársele por la boca en repetidas ocasiones. Tarda más de media hora en salir y cuando lo hace se dirige a su mesa a toda velocidad con la cabeza baja, sin mirar a nadie, sudoroso. Recoge sus cosas y se marcha como si el diablo le persiguiera.
Al día siguiente su mamá llamó por teléfono para decir que Andreu estaba muy enfermo; y tres días más tarde fue el propio Andreu el que llamó a don Marcial para comunicarle que dejaba el trabajo y que no volvería. A pesar de sus ruegos don Marcial no obtuvo explicación alguna sobre tan extraña manera de proceder. Y Meritxell ya no tuvo motivo para llegar tarde.
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Joan Delgado
- La suerte aborrece a los cagones (Parte V) - 13/11/2008
- La suerte aborrece a los cagones (Parte IV) - 13/11/2008
- La suerte aborrece a los cagones (Parte III) - 13/11/2008
Hola, te has pasado de 3.000 palabras macho… he ido separando el texto tal y como lo tenias dividido… es un trabajo agotador y horrible… por favor, leeros las normas antes de postear, no se puede pasar de 1000 palabras, y tenias 3.100 casi,… por favor…
Me gustó mucho tu historia, aunque por momentos es demasiado escatológica para mi gusto je. Yo sacaría las onomatopeyas en esta parte y hay uno que otro error en los tiempos verbales en algunas oraciones, pero nada demasiado importante. De verdad me gustó, se lee fluido y sin problemas y el final es muy bueno 🙂
te diré dos cosas:
1) me ha encantado! k enrevesada la vida de Andreu, y k problemón! Desde luego, es un cagón sin suerte. Pobrecillo. Me ha gustado, me gusta el tema escatológico, quizás por una necesidad infantil de reírme, pero me gusta. Mis felicidades
2) te hecho la bronca, igual que ha echo champinon, por el tema de la extensión. Si tenéis un relato de más de 1000 palabras, por favor, divididlo. Lo pusimos en las normas. La próxima vez, y a riesgo de parecer un poco cabrones, borraremos el relato antes de comernos el marrón de dividirlo nosotros.
Bueno, pues eso, que espero leer más de ti, Joan. Me gusta tu estilo
Jajaja, y mira que últimamente andaba con ganas de leer algo que me hiciera gracia. Una crítica no me sale ahorita, pero sí decirte que me ha gustado.
Saludos