Filosofía Barata 3
- publicado el 07/05/2009
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Indolencia selectiva
A esa hora del mediodía el sol partía la tierra en ese barrio de clase media-alta de calles con adoquines, hoteles cinco estrellas y restaurantes caros y exclusivos con vista al río. Un carro precario a medio llenar con papeles y cartón desentonaba grotescamente con la estética del barrio. En él iban un hombre de algo más de treinta años, las carnes consumidas y en el rostro pintada la mirada de quien ya no espera nada, acompañado por sus dos hijos mayores, que sentaditos uno al lado del otro, recorrían la ciudad en busca de los desperdicios ajenos que a ellos les permitían comer. Por un kilo de cartón reciclable el hombre recibía 10 centavos de dólar, por un kilo de papel blanco un poco más: 15 centavos. Del carro tiraba una yegua preñada y desnutrida como sus dueños.
Al cruzar la avenida el animal cayó, extenuado e imprevistamente comenzó a dar a luz. El tránsito enseguida se vio afectado por el inusual acontecimiento y un patrullero se hizo presente para interrumpir el mismo. El oficial hizo descender del carro al hombre y sus hijos, mientras un pequeño tumulto de vecinos y transeúntes comenzaba a congregarse alrededor del animal parturiente. Luego llamó al veterinario que estaba dos calles más abajo para que asistiera a la yegua. Algunos vecinos se acercaron para darle de beber. A los pocos minutos el veterinario se hizo presente en la escena, y confirmó, ante la mirada reprobatoria de la multitud, que la yegua se encontraba mal nutrida y que no debería estar tirando de un carro en esas condiciones. El potrillito llegó al mundo sano pero algo débil, y el oficial procedió a labrar un sumario al dueño del carro, por “maltrato y daño animal” y reubicar a la yegua y su cría con nuevos dueños.
Cuando el parto culminó había dos canales de televisión cubriendo el suceso. En uno de ellos, una mujer, vecina del barrio, mostró sin tapujos su compunción por lo ocurrido. No dudó en plantarse frente a las cámaras para denunciar, hablando por todos allí, lo indignante de aquella situación; qué clase de persona tenía a un pobre animal en esas condiciones. Otro señor, que estaba junto a la mujer, recordó exaltado los derechos de los animales. De los otros derechos, los de ese padre que esperó bajo el sol abrasante si acaso alguien les devolvería la yegua, que se pregunta día a día cómo hará para darle de comer a su familia; los de esos niños que comen mal y poco, que con diez y doce años hace tiempo ya que no van a la escuela, a la que abandonaron cuando la necesidad los empujó a las calles, de esos derechos nadie pareció acordarse.
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desde luego, creo que van antes las personas que los animales. Qué feliz va a ser la yegua y su potrillo, y qué tristes los hijos flacos del flaco, que no tendrán mendrugos de pan que echarse a la boca.
Toma ya, relato-denuncia!!! 😀
Toma ya, relato-denuncia!!! 😀
Es un hecho que sucedió en realidad. Me acuerdo de haberlo visto en las noticias hace un par de años, y lo que más me chocó fue que todo el mundo le recriminara al cartonero por el estado en que estaba el animal. Yo estoy segura de que no fue crueldad, como titularon las noticias, sino producto de la misma situación en la q se hallaba el tipo, que si lo veías, a la legua te dabas cuenta de que ni él mismo tenía para comer, cómo iba a alimentar bien a un animal.
Y como iba a alimentar a sus hijos… (que se te olvida,… es borma)
Una verdad muy bien escrita y una idea que transmitir muy bien elegida. como dice Zilnilla
Toma ya!
Verdad pura y dura, y respecto al comentario de Lascivo, aunque importen mas los derechos de las personas, lo que importa más siempre es criticar a esas personas ^^
Sí xD. Criticar es el mayor derecho humano
Zilniya, con «Y» se me fué y no me deja editar el comentario…sorry
Jajajjaj, no pasa nada Nevoven… digo, Newowen!! XD