Testimonio de un suicida.
- publicado el 14/09/2008
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La justicia de la calle
Martín sollozaba de alegría tras varios meses sollozando de tristeza. Montaba en su moto, con gran decisión volviendo a su barrio. Su ropa estaba polvorienta del viaje, estaba cansado, despeinado, probablemente olía mal y a veces daba peligrosas cabezadas que hacían peligrar su equilibrio, pero no se quería detener…A pesar de estar tan mal no le preocupaba ya lo que le pasase, sólo quería cumplir su palabra. Martin parecía un soplido del propio Céfiro, el dios del viento…Nada le podía detener ni siquiera las quejas y lamentos que oía en su portaequipajes. Algo colgaba por ambos lados. Era un gran bulto, un atillo de gran tamaño que sospechosamente tenía la altura de un humano. Martin entró en la ciudad y bordeó esquinas despreocupado de golpear a su «copiloto», rodeando la antigua zona amurallada para dirigirse al sur de la ciudad, donde se encontraba su barrio. Martin derrapó en el medio de la plaza donde sus amigos solían estar. Sin bajarse de la moto dió un puntapie a los bajos del atillo y el bulto cayó desenrollándose al suelo. Antes de que se le pudiese ver la cara a aquel envuelto individuo, Martin arrancó marcando ruedas para llamar la atención de la gente y se marchó sintiendose liberado, haciendo un caballito. Frenó cuando estaba lo suficientemente lejos como para no ser seguido, pero para poder observar la reacción de la gente.
Los curiosos que se acercaron destaparon la manta. Allí habia un hombre con sangre en la frente, con cara de miedo y una pelota de coma en la boca atada por detrás de la cabeza. Llevaba precintado a sus brazos un cartel que decía. «EL ASESINO DE MARIBEL». Los que se habían congregado empezaron a soltar puntapies al hombre o a llamar a otros…Maribel la hermana de Martin había muerto hacía dos años, violada en la carretera cuando volvía de la Disco. Ese señor había estado dos años en la calle libre, y cuando la policía por fin había dado con él la justicia le había soltado demostrando su demencia… Y se había escapado sin problemas del hospital psiquiatrico. La noticia había espantado a la madre de Martin, y había despertado su propia furia. Si aquel individuo había quedado impune por la justicia burocrática, tendría que ver lo que era la justicia de la calle.
- el ataque - 16/07/2009
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Hatillo… con h 😉
Por lo demás está bien, últimamente la justicia deja muuuucho que desear…^^
«Martin parecía un soplido del propio Céfiro, el dios del viento…» Aquí has hecho bien en decir quién es Céfiro, el escritor no puede esperar que todos sus lectores conozcan los mismos términos que él. ^.^
Al principio, escribes bien Martín (con tilde), ¡pero luego te olvidas! Lo mismo pasa con «puntapié». Luego «pelota de coma» (?), supongo que es de «goma». Perdona el repaso, pero es precisamente porque veo que ya vas mejorando la ortografía, ¡no te rindas! ^^