Vanidad
- publicado el 07/03/2011
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EL SUPERMERCADO (PARTE I)
(1969California, un supermercado cualquiera en cualquier lugar de los barrios bajos de la ciudad)
La señora Gutierrez avanzaba muy inquieta, con ansia por llegar al supermercado. »Es solo un barrio más, no tiene porqué pasarte nada» se decía a si mismo, mientras en las aceras ladrones y mendigos clavaban su mirada sobre ella. Entró porfin agradeciendo a dios la ayuda prestada. También le dió gracias a la virgen y a los doce apostoles. Media hora despúes se dispuso a hacer la compra. El lugar estaba lleno de marujas y de chachas de todas las razas y de todas las edades. Había también un hombre de raza negra vestido de pollo que ofertaba alitas de pollo con salsa de barbacoa. Ella pensó que no era mala idea comprar una caja para la cena. »A Ralph y a los niños les encantarán, estoy segura vaya» pensó mientras se aproximaba al hombre pollo.
– ¿Hola señola quieé uesté una caja? – preguntó él, con una sonrisa de oreja a oreja.
– ¿Qué valen? – lo cierto es que aunque la señora Gutierrez lo intentaba constantemente, no podía evitar hablar como lo que fué: una mujer de pueblo. »Bueno, sí, de Pueblo, pero porque los fasciosos destruyeron la escuela cuando era yo chica, saben?» solía explicar a la gente cuando estos se asombraban de que ella fuese de pueblo. Lo de que era de España, se adivinaba nada más decía su primer apellido.
– Seis con setenta señoa
– ¿Cómo? ¡Pero hombre de dios, esto es un robo! ¿Cómo voy a permitirme pagar seis dolares por una caja de alitas de pollo?
– No señoa no, seis dolares no, seis dolares con setenta – respondió entusiasmado el negro en cuestión.
Un policia se acercó fugazmente. Llevaba sombrero texano y se sostenía el cinturón para que no se le cayesen los pantalones. En el cinturón era fácil distinguir una colt 45. La señora Gutierrez tenía conocimientos de las armas para dar y aburrir. Esto se debe a que de pequeña era en su armario y debajo de su cama donde los amigos de sus padres guardaban las armas. Pena por entonces ella no supiese manejarlas, pues de haber sido así podría haber salvado a sus padres de los fusiles enemigos. Despúes unos compañeros de sus padres, al ver que la cosa estaba fea, emigraron a Nueva York, y ella les siguió. Recordaba el viaje como de unas semanas. El barco era minusculo y las olas la mareaban constantemente. El policía miró desafiante al hombre pollo, y luego dirigió una mirada angelical a la señora Gutierrez.
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Reflejas muy bien el ambiente barriobajero de un barrio de Nueva York (valga la redundancia). Es interesante leer el punto de vista de una emigrante española en EEUU.
Tan sólo algunas faltillas: «a sí misma» (sería ‘a sí mismo’ si fuera varón), «por fin» va separado, y cuidado con las tildes, faltan varias. ¡Ánimo! ^^