"Filosofia de vida"
- publicado el 14/10/2008
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La Cadena 2ªParte
Desde fuera, mi instituto parece sacado de una arquitectura de Gaudí. Tiene tres pisos y la fachada parece una réplica de la Casa Batlló. En los tres pasillos que conducen de un ala a otro están separados por una única y espaciosa escalera diseñada para la comodidad de los estudiantes.
Pero aun así, subirlas es un coñazo.
Cuando volví a entrar… me di cuenta de lo vacío que estaba. Solían dejar abierto el establecimiento como biblioteca para alumnos que como yo, no podían estudiar en casa.
Al no ver a nadie, extrañamente, me sentí intranquila. Cuando estas acostumbrada a estar en un sitio abarrotado de gente, te acostumbras a oír el movimiento de las personas, de sus voces, sus pisadas… pero cuando estas en el mismo sitio oyendo solo tus pisadas… es normal que te sientas tan intranquila como yo… Me adentré en la primera aula que vi abierta y me senté en el primer pupitre que encontré… muy cerca de la puerta… Tonta de mí… porque parecía que esperase el mínimo movimiento poco familiar para salir huyendo fácilmente.
Pero al sumergirme en la filosofía de Nietzche, me olvidé por completo de mi inexplicable intranquilidad:
– Vaya, creí que no había nadie. Lo siento.
No pude evitar pegar un breve grito y llevarme la mano al pecho… cuando oí una sonora carcajada familiar que había estado presente seis horas diarias de la semana… me giré bruscamente.
Kagura estaba bajo el umbral de la puerta con una amplia sonrisa, seguramente, esa sonrisa ocultaba una carcajada que quería manifestar y no lo hacía por su educación nipona:
– L- lo siento si te he asustado. – se disculpó con torpeza.
– No pasa nada – musité, queriendo volver la vista hacía el libro pero era inútil, porque Kagura me estaba mirando.
– ¿También vienes a estudiar?
Asentí.
– Yo también – dijo adentrándose en el aula; yo lo seguía con la mirada – He tenido que estudiar Nietzche con los kangis porque no me enteraba de nada con la caligrafía occidental.
¿Y por qué no me había pedido ayuda entonces? Seguramente supo lo que estaba pensando porque añadió:
– La verdad que pedir favores se me da un poco mal… pero ya que estamos solos… ¿Podrías ayudarme con la caligrafía?
– ¿Por qué no me lo pediste antes? – me atreví a preguntar, consciente de la timidez de mi voz:
– Parecías enfadada cuando te gasté aquella broma… así que pensé que como disculpa, podría haberme ahorrado pedirte el favor de que hicieses de mi tutora.
¿Era imbécil o que? ¿Por eso no me había dirigido la palabra en todo lo que había transcurrido aquella semana? Entonces, llegué a una rápida cuestión:
– ¿Y porqué me has pedido ayuda ahora?
El esbozó otra sonrisa, pero esta vez nerviosa:
– ¿Por qué ya ha pasado una semana?
No pude evitar sonreír ante su estúpido pretexto… y eso pareció complacerle. Se sentó a mi lado y yo me erguí… No estaba acostumbrada a estar cerca de un chico. La última vez que había tocado a un chico fue en preescolar, cuando le di una bofetada por haberle tirado de las trenzas ha Aura.
– ¿Quién en tu familia es japonés?
– Mi padre – contesté – Se mudó aquí hace veinte años para abrir una tienda de reliquias asiáticas y conoció a mi madre, también coleccionista.
No podía mirarle a la cara ¿Qué me pasaba? Me sentía tan… intranquila… Dios mío… esto parece un shojo… Le miré de reojo… y me encontré con sus ojos:
– Coleccionista… – repitió con un tono que no podría calificar – Guau… Mi familia también es coleccionista, pero de katanas.
– ¿Y por qué os mudasteis? – me sorprendí preguntando.
– Me mudé yo solo. Desde siempre me ha gustado viajar para conocer sitios nuevos… este lugar estaba entre mis objetivos… así que aprovechando que tengo amigos aquí… me instalé.
¿Aquí? Esta ciudad era un agujero de laberintos, una jungla, un basurero…
– Esto no es muy diferente a Tokio – dijo, con la mirada pérdida en un garabato en forma de flor dibujado en la mesa – Pero por alguna razón… esto me gusta.
– Mi padre dice que aquí la gente es muy distinta a Japón y que tengo suerte de vivir en una sociedad como esta.
El sonrió… pero con nostalgia:
– Japón ha evolucionado mucho…
– Sinceramente, nunca he estado… lo poco que sé es por lo que me habla mi padre y por lo que veo en los animes.
Por un momento… me sentí una estúpida… había dicho que no me importa mis orígenes… dependiendo a quien se lo diga, pensaría de una forma distinta… Cuando volví a fijarme en él, aun seguía con la mirada pérdida en el garabato de la flor… era evidente que no me había prestado atención. Me pregunté que estaría pensando. En mí no, eso estaba claro. Parecía estar en otro mundo. Ahora… era yo la que me preguntaba… ¿Por qué me importaba tanto lo que él pensara?
– Entonces – su voz volvió a sobresaltarme – ¿No te importaría ayudarme una hora al día con la caligrafía?
– Claro que no – contesté con suavidad.
Volví a mirarle… y me encontré con una sonrisa que aceleró mi corazón:
– Arigato, Lluvia-chan.
Mi vida cambió desde la tarde que Kagura y yo nos embarcamos en la sabiduría de Nietzche.
Cada día después de comer, nos encerrábamos en un aula para ayudarle con la caligrafía occidental. El aprendía caligrafía y yo aprendí a conocerle. Sus excentricidades tomaban proporciones que nunca has visto; a lo largo del transcurrir del curso hizo unas cosas rarísimas, que en vez de extrañar a mis compañeros logró que simpatizara más con ellos… Y eso fue lo más extraño. ¿Te suena una máquina que se usa para dibujar líneas blancas en el suelo? ¿Cómo se llamaba ese trasto? Bueno, da igual… todos los rumores apuntan a que él lo usó para dibujar una enorme espiral en el patio. Se dice que lo hizo de noche para que nadie lo viera… y yo creo que fue el día que dijo que se quedaba para terminar unos deberes de Dibujo Artístico… No quiero ni pensarlo… pero después de que nos encontráramos los pupitres del tercer piso en el pasillo… opté por olvidarlo y por no hacerme una película. Como era el nuevo y no pasaba nada semejante antes de su llegada, hasta los profesores sospechaban de Kagura… pero como yo, vacilaban por su alegre personalidad. Nadie le preguntó directamente si era el causante de los extraños sucesos que estaban sucediendo en el instituto. Y yo no iba a ser una excepción… Sin embargo, debería haberle dado importancia a las numerosas muestras de hábitos excéntricos que se hacían patentes en su alegre comportamiento: una de ellas era que cada día tenía un peinado distinto, por ejemplo, el lunes volvía a llevarlo como si saliera de un vendaval y el martes se lo recogía con una cinta. Otra, era la manera tan peculiar de quitarse el esmalte arrancándoselo con las propias uñas. Y otra, la menos importante pero la más curiosa, era la forma en que se rascaba la nariz; lo hacía con el antebrazo. A pesar de sus extrañas manías; Kagura era un genio; solía llegar tarde todos los días, se quedaba dormido en casi todas las clases y aun así, sus notas quitaban el aliento.
A mí me gustaba pasar las tardes con él enseñándole a escribir… a veces, más que estudiar, nos pasábamos las horas charlando y riendo… Gracias a su carácter resuelto… mi timidez se disolvió… incluso, me sentía más segura de mí misma. Era muy fácil hablar con Kagura.
Pero todo ello, cambió la tarde de un caluroso viernes de mayo que anunciaba la temprana llegada del verano:
– Mañana toco en Charleston’club.
– ¿Estas en un grupo? – me sorprendí – Vaya, no me lo habías dicho.
– Porque no es nada serio y no voy a ganar un disco de platino – rió, contagiándome – ¿Vendrías mañana? Después del concierto mis amigos y yo vamos a hacer una fiesta. Podrías traerte ha Aura.
– ¿No hay que ser mayor de edad para entrar en esa discoteca? – recordé aquel intento fallido que hizo Aura el día de mis diecisiete cumpleaños.
– Si eres amiga del grupo no. Habla con Aura para que vengáis una hora antes y crean que sois nuestras novias o algo.
– ¿Tengo que ser la novia de un músico para que me dejen entrar en un sitio donde sirven alcohol y drogas? – acerté a preguntar, sorprendiéndome de mi espontáneo sarcasmo… pero como ya había confianza, que más da.
– Si lo miras desde ese punto de vista sí – contestó él, tan sorprendido por mi sarcasmo como yo:
– Pues iré. Si se lo digo ha Aura chillará de la excitación.
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El título es muy simple; son historias diferentes unidas por los propios personajes
eres una Otaku, ¿verdad?
Para nada. Simplemente me gusta bastante el anime… Lluvia y Kagura son dos de los ocho los protagonistas de esta historia
Bueno a ver a los otros seis como les va =)