Y AHORA... ¡TENGO MIEDO!
- publicado el 16/06/2015
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El Bajo 2° parte
En aquel segundo yo temblaba. Pero vi por el rabo del ojo que efectivamente eran cinco hombres jóvenes los que tenía a sólo casi seis metros de mí. Así que volví a gritar con mucha más fuerza, pero esta vez de frente a la supuesta casa a la cual me estaba dirigiendo en mi monólogo; y arrojando el celular con rabia contra el piso, grito:
-¡Baja cabrón!
-¡Mira lo que hago con tu puto bajo!…
Y en ese instante, agarro mi instrumento querido, amor de mis amores, le saco su funda con rabia, lo tomo por los trastes, y en un acto de esquizofrénica demencia, comienzo a golpearlo incontables veces contra el suelo mientras seguía gritando:
-¡Mira! ¡Mira Infeliz!
– ¡Mira lo que le hago a tu pinche bajo!
Mi respiración estaba muy agitada y sudaba muchísimo también; y arrojando mi bajo destrozado en dirección a los personajes, y cayendo de rodillas mirando hacia el piso como derrotado, termino diciendo:
-¡Qué mierda de vida!
-¡Por qué! ¡Por qué!
-¡Yo te mato infeliz! Grite al final, mirando hacia arriba:
– ¡Yo te mato! Repetí.
Mientras, y otra vez por la rabadilla del ojo, miré hacia donde estaban los hombres; y allí yacían a tres metros de mí. Se habían detenido.
Unos apoyados en la pared, y otros con las manos en los bolsillos, mirándome de vez en cuando.
Y cuando volteo para mirarlos de frente les digo:
– Y ustedes, ¿Qué chingados me ven?…
Uno comenzó a caminar hacia donde yo estaba, y todos lo siguieron. Y al pasar por delante de mí lentamente, mientras yo seguía arrodillado, y resignado además, porque según yo el asalto era inminente; el que venía más atrás me dice:
-¡Qué honda guey!
Y el que había avanzado primero, señala:
-Tranquilo guey; vamos pasando por acá nada más.
-Sí guey, ¡Mata a ese cabrón guey! ¡Y a la ramera de tu novia también! Dijo un tercero.
Y alejándose la tropa lentamente, otro me grita riendo:
-¡Te salvaste guey eh!…
…Y me quedé allí, de rodillas y aterrorizado, con sentimientos revueltos de dicha, incredulidad, miedo, y un sinfín de sensaciones; y además, llorando de verdad.
Cuando ya casi no les podía ver de lejos, me levanté; miré mi querido bajo, tomé su funda de cuero casi como en un rito funerario, y torné mis pasos en dirección opuesta de donde habían desaparecido los hombres aquellos. Y a dos cuadras estaba la estación del metro.
Al otro día volví a aquel lugar con mi hermano en su vehículo para remolcar el mío; si es que por alguna casualidad o milagro seguía ahí mi jeep. Efectivamente estaba en el mismo lugar; así tal cual como yo lo había dejado; y un poco más allá, yacía el celular destrozado y el cadáver del instrumento amado; por el cual yo la noche anterior, me había salvado.
Moraleja:
Lo siento por mi bajo; pero siempre en la vida, todo es a cambio de algo.
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Guay, relato con moraleja, mi favorito! De verdad que describes muy la tensión del momento, es que me parece que estoy allí y todo…
Pues muchas gracias, zilniya. Me alegra mucho que te haya gustado.
Un abrazo