El Bajo 2° parte

En aquel segundo yo temblaba. Pero vi por el rabo del ojo que efectivamente eran cinco hombres jóvenes los que tenía a sólo casi seis metros de mí. Así que volví a gritar con mucha más fuerza, pero esta vez de frente a la supuesta casa a la cual me estaba dirigiendo en mi monólogo; y arrojando el celular con rabia contra el piso, grito:

-¡Baja cabrón!

-¡Mira lo que hago con tu puto bajo!…

Y en ese instante, agarro mi instrumento querido, amor de mis amores, le saco su funda con rabia, lo tomo por los trastes, y en un acto de esquizofrénica demencia, comienzo a golpearlo incontables veces contra el suelo mientras seguía gritando:

-¡Mira! ¡Mira Infeliz!

– ¡Mira lo que le hago a tu pinche bajo!

Mi respiración estaba muy agitada y sudaba muchísimo también; y arrojando mi bajo destrozado en dirección a los personajes, y cayendo de rodillas mirando hacia el piso como derrotado, termino diciendo:

-¡Qué mierda de vida!

 -¡Por qué!  ¡Por qué!

-¡Yo te mato infeliz! Grite al final, mirando hacia arriba:

– ¡Yo te mato! Repetí.

Mientras, y otra vez por la rabadilla del ojo, miré hacia donde estaban los hombres; y allí yacían a tres metros de mí. Se habían detenido.

Unos apoyados en la pared, y otros con las manos en los bolsillos, mirándome de vez en cuando.

Y cuando volteo para mirarlos de frente les digo:

Y ustedes, ¿Qué chingados me ven?…

Uno comenzó a caminar hacia donde yo estaba, y todos lo siguieron. Y al pasar por delante de mí lentamente, mientras yo seguía arrodillado, y resignado además, porque según yo el asalto era inminente; el que venía más atrás me dice:

-¡Qué honda guey!

Y el que había avanzado primero, señala:

-Tranquilo guey; vamos pasando por acá nada más.

-Sí guey, ¡Mata a ese cabrón guey! ¡Y a la ramera de tu novia también! Dijo un tercero.

Y alejándose la tropa lentamente, otro me grita riendo:

-¡Te salvaste guey eh!…

…Y me quedé allí, de rodillas y aterrorizado, con sentimientos revueltos de dicha, incredulidad, miedo, y un sinfín de sensaciones; y además, llorando de verdad.

Cuando ya casi no les podía ver de lejos, me levanté; miré mi querido bajo, tomé su funda de cuero casi como en un rito funerario, y torné mis pasos en dirección opuesta de donde habían desaparecido los hombres aquellos. Y a dos cuadras estaba la estación del metro.

Al otro día volví a aquel lugar con mi hermano en su vehículo para remolcar el mío; si es que por alguna casualidad o milagro seguía ahí mi jeep. Efectivamente estaba en el mismo lugar; así tal cual como yo lo había dejado; y un poco más allá, yacía el celular destrozado y el cadáver del instrumento amado; por el cual yo la noche anterior, me había salvado.

 

Moraleja:

Lo siento por mi bajo; pero siempre en la vida, todo es a cambio de algo.

2 Comentarios

  1. Zilniya dice:

    Guay, relato con moraleja, mi favorito! De verdad que describes muy la tensión del momento, es que me parece que estoy allí y todo…

  2. Laín dice:

    Pues muchas gracias, zilniya. Me alegra mucho que te haya gustado.

    Un abrazo

Deja un comentario

Tu dirección de email no será publicada