Poesía del suicidio. Nota IV.
- publicado el 02/11/2012
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El primer poema
Esta anécdota me ocurrió en el “Día de la Paz y No-Violencia” del año 1991, en mi colegio, cuando tenía 8 años. Ya entonces, me resultaba bastante irónico ver como en un mundo con guerras quedase tiempo para celebrar un día de la paz.
Porque una cosa sí tenía bien clara: que entonces no había paz en mi vida. No hace falta vivir en un país en guerra para sentirse en continua alerta. No es que temiera por mi vida, ni mucho menos, pero sí por mi dignidad. Y en vez de disparos y bombas, me caían burlas y bromas pesadas.
Se supone que sólo valoramos las cosas cuando las echamos en falta. Y yo empezaba a sentir que la paz era una utopía para mí.
Y ahí lo tenéis: una niña de apenas ocho años, a la que no dejaban en paz, en el día de la paz, en medio de un mundo sin paz. ¿Qué podría surgir de semejante situación? Pues fue un poema. Mi primer poema, para ser exactos. En realidad fue un encargo de la profesora. El tema, evidentemente, era la paz. Pero yo no tenía ni idea de poemas ni de paz. Tan sólo quería gritarle a la niña que se sentaba delante de mí que me dejara en paz de una vez.
Pero la “profe” manda, así que me puse manos a la obra. No me compliqué con el primer verso. Puse lo que casi todos pusieron:
La paz es bonita.
Si todos decían que lo era, tenía que serlo ¿no? Lo que sabía seguro es lo que no era, y de ahí el segundo verso:
La paz no es guerra.
Guerra. ¿Cómo hubiera sido mi pequeño mundo si no hubiera tenido que lidiar con los burlones?
La paz es libertad.
Vaya, eso hubiera sido increíble. Eso sí hubiera sido una vida en paz:
La paz es lo más bonito de la vida.
Y después de las reflexiones, éste fue el resultado:
La paz es bonita. La paz no es guerra. La paz es libertad. La paz es lo más bonito de la vida.
Tampoco se podía esperar más teniendo ocho años…
Y llegó el momento de leerlo ante toda la clase. Una vez que todos terminamos de leer nuestros poemas, la profesora preguntó cuál nos parecía la mejor. Para mi completa sorpresa, una de las niñas que me daban la lata fue la primera en decir “¡la de Raquel!”. Y, acto seguido, toda la clase la siguió: “La de Raquel, la de Raquel…”
Yo no me lo podía creer. ¡Y se trataba de la misma niña que no me había dejado en paz en el recreo! Pero, además, la profesora me pidió que hiciera un dibujo para acompañar el poema, porque iban a publicarlo en un periódico local.
Estaba tan contenta aquel día, que tenía una imborrable sonrisa “de oreja a oreja” en la cara. Literalmente, no podía dejar de sonreír. Mis ruegos, lloriqueos y súplicas no habían calado en los corazones de mis compañeros. Pero, por una vez, aquel poema les había llegado de alguna manera. Tendría que haber escrito más poesía, pero no fue hasta 6º de EGB cuando aprendí rima y métrica, lástima.
De todas formas, aquel día me di cuenta que no hay nada mejor que sentir paz interior. Y que por medio de la escritura era capaz de encontrarla. O por lo menos de seguirle los pasos…
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te das cuenta de lo que significa esto???? a los 8 años publicaste! a los 8! bárbaro!
Jejje, pues ya ves… Pero de ahí no pasé, luego fue en la revista del cole y ahora aquí (que me gusta mucho, que conste).
Si quieres ver la página real dónde se ve publicada (está viejo, pero se ve) está colgado al final del relato en http://ecologismoliterario.wordpress.com/2009/07/31/oreja-a-la-moraleja-el-primer-poema/
^^El poder de la poesía,
o Divinas palabras como diría Valle Inclán.
¡Eso si que és ecologismo literario!
simple e inocente ^^
quien pudieran ser niña otra vez!! y empezar desde tan temprano con la escritura 😉