Cleo
- publicado el 20/01/2014
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XVIII
No es de esperar, ni bajo todas las burdas leyendas que recaen sobre la noche, que tal transformación se llegara a realizar.
Su fisionomía se desencajaba en una mueca feroz, las venas de sus manos se dilataban pues la sangre se agolpaba arrítmicamente con una fuerza superior debajo de su piel. La mirada estaba totalmente atravesada por el oscuro amenazador de sus pupilas. Algo también, como un alarido reprimido, le serraba la garganta de arriba abajo, casi apresándole con crueldad el estómago cuando le terminaba de recorrer. Digamos que llevaba cosido a fuego el infierno en sus entrañas, y también, podría decirse que el alma se le desdoblaba en más de un ser.
Y arriba, ella: Se encontraba inminente, luminosa, enorme, inalcanzable, atemporal, perfecta, ideal, poderosa, dominante desde aquel cielo apocalíptico negro como los fondos de ese ser que la alcanzaba a contemplar.
Definirlo como un amor desarraigado, no correspondido, incluso diría que limitado por dos mundos diferentes se quedaría lejos de la auténtica realidad.
La existencia vertió en solo poder rozarla, un momento de sosiego, un segundo de paz; Si su alma en algún momento llegó al Nirvana fue cuando las llamas del ocaso consiguieron liberarle de su cuerpo… Y logró besarla.
No hay forma más horrible y bella de morir.
Ilogikah
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Por fín vuelves a crear en serio. Eso es bueno.