Suicide Club: Sexo, mentiras y cobardes…

«… yo me encontraba en la puerta de la residencia esperando a que Nana bajara con la chaqueta que se le había olvidado (y eso que hacía un frío curioso aquella mañana), cuando él llegaba con su bicicleta rosa, y al encontrarse con mi inexpresiva mirada, me dijo:
– ¿Que hay?
– Hola – lo saludé con naturalidad.
– Ha pasado mucho tiempo ¿Donde has estado metida?
– Me salió un orzuelo en el ojo…
Ni siquiera terminé la frase, porque me quedé loca al ver que se sentaba a mi lado… ¡Será mamón! Me tuve que armar de paciencia para controlarme:
– Así que mala de un orzuelo eh… – empezó sonriendo con aquella sonrisa que ahora tanto asco me da – Has estado muy rarita estos días…
– ¿Tu crees?
– ¡Pues sí! Por las mañanas te saludo y te haces la loca, en clase apenas me miras y cada vez que voy ha hablar con Nana y estas tú te vas pitando…
Nos quedamos en silencio, un silencio incómodo para mí porque tenía clavados esos ojos de cobarde mentiroso. Fue entonces, como si fuera un milagro, cuando vi mi oportunidad:
– ¿Sabes que pasa? Que lo que quiero es huír de ti; no me interesa tenerte en mi vida… porque para mí has perdido todo lo que tenías de hombre cuando me llamaste porque me hechabas de menos y por pasar de ti al día siguiente llegaste a clase lleno de chupetones. Pero hay algo que me consuela de esta triste historia de amor. ¿Quieres saber que es?
– ¿El qué? – me preguntó, fulminándome con la mirada.
– Que la tía que te tiras es fea como un demonio.
En ese instante salió Nana, y con una sonrisa en el rostro, tomé su brazo y juntas, dejamos atrás al Demonio de Rostro Angelical.

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