Malo

Al irse a acostar, cada noche, allí estaba su padre para despedirle y darle un beso en la frente; para desearle dulces sueños.

Pero, día a día, su espectro se volvía más incorpóreo, más vacío, más tenue. Y, cuando el fantasma desaparecía, él clamaba “¡Ojalá no hubieras muerto!” y, dándose cuenta del imposible, lloraba “Ojalá hubieses muerto como mueren los demás”

 

khajine
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