Órdenes
- publicado el 19/06/2017
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El Mortinato
En él solo quedan los vestigios de lo que tal vez en algún momento fue algo semejante a un ser humano, seguramente duerme a diario esperando no despertar, aguardando el momento en el que su tortura acabe y la guillotina que la vida ha puesto sobre él caiga de una vez por todas. Ha perdido el interés en el dolor, ya no le importa cuánto duela ese momento pues está seguro de que no se va siquiera a asemejar a lo que ha sufrido en algo tan doloroso como es la vida, no quiere imaginar la vida eterna, le parece un desperdicio, le cree intolerable y ruega a todos los dioses que conoce que no lo hagan sufrir más con esta zarpa de gato a la que le llaman vida eso que la gente anhela tanto y por la cual es capaz de sacrificar todo por conservarla, a él le estorba, le molesta, está cansado de la gente, de la crueldad que manifiestan para con él. El aire y el silencio parecen tan pesados, son una carga que ha llevado todo este tiempo cada insoportable segundo… De pronto recordó a su hija aquel bebe mortinato y de pronto la creyó afortunada, se dio cuenta que la razón por la que lloraba tantas horas por su muerte no era por otra razón si no por sus celos y porque de cierta forma muy en el fondo de su mente le deseaba el mismo mal, ¿Cuál mal?, ¿Algo sucedido en su juventud? No él se refería al simple hecho de vivir eso era suficientemente tenebroso para cualquiera, la vida era por si sola la apoteosis de los males.
Su esposa lo sabía, conocía a la perfección lo que él pensaba, no hacían falta palabras después de 15 años de matrimonio, ella quien fue alguna vez sumamente feliz ahora la tristeza apagaba esa chispa que siempre había tenido, le provocaban nauseas los pensamientos de su esposo, la diaria tortura de conservar la compostura ante lo que alguna vez fue su gran amor, ahora dudaba si aún seguía vivo, ya no sabía cómo lo toleró tanto tiempo, cuando lo vio esa mañana en el desayuno y vio su cara demacrada, estaba completamente pálido, era tan delgado que todos se cuestionaban como tenía la fuerza para caminar y de pronto se topó con sus pupilas notó que no había nada allí seguramente nunca lo hubo se casó con alguien sin vida, alguien que solo nació para caminar hacia su tumba es por eso que su hija no vivió, como puede dar vida alguien que no la tiene, corrió hacia la silla donde él estaba y comenzó a golpearlo, él solamente recibió los golpes pues no dolían seguramente ni siquiera se percato de ellos ni de que su mujer estaba en la misma habitación que él, ella se cansó de que se comportara él se comportara tan ecuánime de pronto desasosegada por el enojo tomo un cuchillo y justo cuando iba a asesinarlo se dio cuenta que lo estaba redimiendo, que no debía matarlo que la vida era un sufrimiento suficiente y que iba a tener que tolerar el castigo que a todos se nos brinda la vida…
-Ella abandonó la habitación
Él aspiro por última vez ese infernal gas que lo hacía vivir, tomó el cuchillo y corto su cuello, y dijo para si mismo el último de sus pensamientos “Nadie es capaz de tolerar este infierno todos han muerto desde el momento en el que nacen”.
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